viernes, 29 de mayo de 2015

OH, TÚ…


Oh, tú, que no sabes quién eres, pero sabes
Que ya no te interesa ni te importa saberlo…
Oh, tú, que construiste tus significados
Alejados ya de los humanos significantes…
Oh, tú, que te expresas sin palabras,
Que no concedes valor más que a la mirada y a los gestos,
Que ignoras  las inevitables  relaciones entre los hombres…
Oh, tú, que te entiendes con perros y caballos,
Uno más entre ellos, sin distancia aparente…
Oh, tú, que abandonaste la ambición de ser alguien,
Que no dejaste que te compraran ni que te vendieran,
Que al despertar te asombras de estar vivo,
Y que al dormir te abandonas sin temores a la muerte…
Oh, tú, que te dejas llevar libremente por tu instinto,
Y que vas tras él, como un perro sigue el rastro,
O el ave estira alas contra el viento y a él se abandona…
Oh, tú, que ya no miras tu reflejo en el espejo,
Que no sabes de tu edad, que tus recuerdos
No significan otra cosa que recuerdos,
Y para ti el futuro
es un cuento que nunca te contaron,
Imágenes no imaginadas que nunca viste,
Y el presente es el hálito de vida que te sostiene
Desde el nacer hasta el morir, desde el día hasta la noche,
Desde el despertar hasta el sueño,
Sin tiempo medible, sin relojes, sin búsquedas inútiles…
Oh, tú, que sólo cubres tu piel con otra piel, ya demasiado,
Que te alimentas, uno más, junto a tus hermanos,
Que comen de tus manos, y de tus manos comes tú…
Oh, tú, silencioso pasajero de caminos solitarios,
Poco transitados por el hombre cotidiano,
alejados de las urbes y del rumor maqinario del espanto…
Oh, tú, que ya no te emocionan ni las celebraciones
Ni los encuentros sociales y sus complicados ritos…
Oh, tú, animal del desierto, del bosque o la pradera,
que abandonaste el mundo, o ya fuiste abandonado…
Entonces,
¿Cómo, oh tú, me aceptas, me recibes y me invitas,
Sin preguntas, sin asomo de rechazo, sin temores…?
¿Cómo, oh, tú, así, sin más, me ofreces tu techo,
Y tus manos me alimentan con tu propia comida…?
¿Cómo, oh tú, me curas las heridas con manos delicadas,
Y sin objeciones escuchas el dolor de mis historias…?
¿Cómo, oh, tú, me cedes por la noche tu cama y tu cobija,
Y te refugias en un rincón, junto al calor de tus amigos…?
¿Cómo, oh, tú, por la mañana te acercas a la cama, a mi reposo,
Con un tazón humeante y pan recién horneado…?
Yo, como el hombre que soy, no lo entiendo,
pero en el fondo te estoy eternamente agradecido…
¡Gracias, oh, tú,
que no sabes quién eres, ni tampoco te interesa saberlo…!
¡Gracias por encontrarte y por ser cómo eres, 
oh, tú, señor don Nadie!

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