domingo, 20 de mayo de 2012

Persona, aborto, ¿de qué estamos hablando?

Dice Laura Klein, filósofa y autora de "Fornicar y matar. El drama del aborto"(CLARIN, 10-08-2005):

“A la luz de los argumentos en pugna, parecería que todo gira en torno a esa decisión: para prohibirlo, habría que demostrar que es un homicidio; para legalizarlo, probar que no lo es.”

“Sin embargo, nuestro Código Penal, que lo prohíbe, separa claramente la figura de aborto de la del homicidio. En el capítulo I se diferencia entre el que "causare un aborto" (arts. 85/88) y el que "matare a otro" (arts. 79/82). En los artículos que tratan del delito de aborto, la palabra "muerte" no se menciona. El Código considera al aborto un "delito contra la vida", pero lo separa de los delitos referidos como "matar a otro".

“¿Significa esto que el embrión no es "otro"? ¿O que abortar no es "matar"? La distancia entre una abortante y una homicida se vuelve más que significativa observando la consideración de las penas: de 1 a 4 años para el aborto provocado y de 8 años a cadena perpetua para el homicidio intencional. Desde cualquier punto de vista, la figura jurídica del aborto se aleja de la del homicidio.”
“Ningún Código Penal equipara aborto y homicidio porque ningún Código Civil equipara personas nacidas y personas por nacer. En nuestros días la lucha entre anti y proabortistas, planteada como enfrentamiento entre derecho a la vida (del embrión) y derecho a la libertad (de la mujer), devino en la cuestión de si el embrión es o no es una persona.”

“Lo llamativo del debate es que el status de persona correspondiente al embrión se busca por todos lados —en la bioética, en los derechos humanos, en la religión, en la ciencia— excepto en el único sitio en el que ha sido dirimida su consideración efectiva y actual: el Código Civil.”

“Para condenar el aborto se cita con frecuencia la primera frase del artículo 70 del Código Civil: "Desde la concepción en el seno materno comienza la existencia de las personas, y antes de su nacimiento pueden adquirir algunos derechos, como si ya hubiesen nacido". Pero se elude cuidadosamente citar el artículo completo, que continúa así: "Esos derechos quedan irrevocablemente adquiridos si los concebidos en el seno materno nacieren con vida, aunque fuera por instantes, después de estar separados de su madre".

“Lo que resulta arduo de comprender es que tampoco los que defienden el aborto legal reparen en las inmensas connotaciones de esta decisión jurídica, reforzada de manera contundente en el artículo 74: "Si muriesen antes de estar completamente separados del seno materno, serán considerados como si no hubiesen existido". La cuestión es radical para el aborto, y sin embargo está asintomáticamente ausente del debate.”

“Hablar de nacimiento implicaría, aun sin decirlo, referirse al parto y con ello involucrar el fenómeno del embarazo en la cuestión del aborto.”

“Hay una equivalencia rigurosa entre ambos Códigos: la misma diferencia entre persona y persona por nacer del Código Civil se refleja en la distinción entre homicidio y aborto del Código Penal. Por eso, para criminalizar el aborto como homicidio no basta con adjetivos. Sería preciso, además de gravarlo en el Código Penal, modificar por completo el Código Civil, sustentado en un concepto de persona…”

“Entonces contemplemos cuán irresponsable resulta afirmar que el aborto es un homicidio, pero también, del otro lado, afirmar que el embrión no es persona.”

“Por más técnico que parezca, el derecho remite a una cuestión filosófica insoslayable: qué es una "persona", qué significa "tener derechos". Pese a que las leyes y costumbres adjudican al nacimiento un papel central, este suceso que inaugura nuestra vida no es tenido en cuenta en el debate entre anti y proabortistas”… (CLARIN, 10-08-2005).
“A pesar de que el Código Penal diferencia claramente la figura de aborto de la de homicidio, el debate elude que para la ley abortar es un crimen pero no es un homicidio.”
REFLEXIÓN
 El análisis de la lic. Klein es breve, preciso, contundente, y deja  interrogantes. Busquemos arrimar un intento reflexivo de respuestas, utilizando en lo posible sus mismos términos, los que usan nuestros Códigos, y el análisis que hicimos en su momento en el Colegio de Medicos de la Pcia. de Bs.As. Distrito.Vª referido al origen y significado del término “persona” (*).
Comencemos con esta frase:
“Entonces contemplemos cuán irresponsable resulta afirmar que el aborto es un homicidio, pero también, del otro lado, afirmar que el embrión no es persona”.
Concuerdo con la primera parte, no con la segunda: Que el embrión “no es una persona” lo dice el Código Civil (CC) en el artículo 74: "Si muriesen antes de estar completamente separados del seno materno, serán considerados como si no hubiesen existido".
Por más que antes el artículo 70 del Código Civil diga: "Desde la concepción en el seno materno comienza la existencia de las personas”, (aseveración ontológica indemostrable), luego baja a la tierra y sigue: “antes de su nacimiento pueden adquirir algunos derechos, como si ya hubiesen nacido.  Esos derechos quedan irrevocablemente adquiridos si los concebidos en el seno materno nacieren con vida, aunque fuera por instantes, después de estar separados de su madre".
Lo dice muy claramente: En el vientre materno es un “proyecto de persona”, y al nacer  con vida y cortarse el cordón umbilical, vínculo imprescindible para la viabilidad del período prenatal,  adquiere autonomía (relativa, se entiende) y es considerado jurídicamente una “persona”. Si nace sin vida, para el Estado nunca existió. Ni certificado de nacimiento, ni de fallecimiento. Feto muerto. NN
Vuelvo: “Desde la concepción en el seno materno comienza la existencia de las personas”, dice la primera parte del art. 70. Persona, ontológicamente hablando (único ámbito donde el término cobra sustento), resulta ser “algo más” que un individuo adulto de la especie humana ( IAEH). Dice un Biólogo: Así como los conejillos de Indias, no son ni conejillos ni de Indias, así la tan mentada ley natural (que utiliza el término “persona” frecuentemente)  no es ni ley ni natural, pues llega por supuesto mandato divino a los hombres mediante mensajes o inspiración, para regular sus costumbres. Las leyes de los hombres reciben esta herencia y utilizan este concepto ontológico en realidades concretas y terrenales,   dando  por sentado que representa “eso” que los hombres quieren definir, que se entiende bien. Pero nunca llegaron a trasladarla con propiedad, llamémosle terrenal y laica, al ámbito jurídico. Es que para ello hay  limitaciones del lenguaje y disciplinas que no son asimilables.
Cómo, si no, puede entenderse que, por un lado en el art. 70 se hable del “comienzo dela existencia de las personas”, y luego en el art. 74 se diga que “Si muriesen antes de estar completamente separados del seno materno, serán considerados como si no hubiesen existido".
Contradictorios, véase como queda diferente así: “Desde la concepción en el seno materno comienza la existencia del futuro ser humano, y antes de su nacimiento puede adquirir algunos derechos, como si ya hubiese nacido. Esos derechos quedan irrevocablemente adquiridos si los concebidos en el seno materno nacieren con vida, aunque fuera por instantes, después de estar separados de su madre". , y luego el art. 74: “Si muriesen antes de estar completamente separados del seno materno, no serán considerados como lo que el lenguaje jurídico entiende como personas".
Mi pensamiento al que creo ético,  me lleva a entender que, al ser el embrión un “proyecto de persona”, se le está dando un estatus sin sólido  sustento, ampliando el sentido ontológico, ya de por sí un tanto confuso, de este termino. Inevitablemente, llego a la conclusión de que  la mujer es una persona, y cuando está embarazada sigue siendo “una sola persona”, y lo seguirá siendo así siempre, pues sólo luego de un parto exitoso, surge la “otra persona”. De ningún modo pueden ser “dos personas en una”. No existe sustento bioontológico (permítaseme el término) para este juicio, que, en otra dimensión,  vemos sostenido por el lenguaje místico de las Iglesias cristianas que lo afirman en el misterio de la Santísima Trinidad (Tres personas en una, casualmente el Padre y el Hijo, con el agregado integrador del Espíritu Santo… No por casualidad sigue siendo un misterio).
Volviendo al tema de la mujer, creo que pretender considerarla como “dos personas” durante el embarazo  es atentar contra sus derechos personalísimos, establecidos en la Constitución Nacional  y en la ley 23.179 que adhiere a la “Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer”. (Ver especialmente: Art. 1), art. 5) inc. a), art. 12, inc. 1),  art. 15, inc. 1), art. 16), inc. 1) y sub. e).

La mujer debería ser considerada por nuestra sociedad, siempre, como un individuo adulto singular y único de la especie humana, y en las definiciones de los Códigos y Leyes de nuestro Derecho, como “una singular y única persona” en todas  y en cualquier época de su vida. Tal y como nos ocurre a los miembros del género masculino, ni más ni menos. Caso contrario y por determinado tiempo, estaría perdiendo ese derecho elemental, para ser considerada temporariamente como una “persona envase” de un proyecto de persona cuyos derechos, en general y salvo excepciones, superarían los de ella. Esta postura ha sido sostenida desde tiempos inmemoriales por las sociedades llamémosles patriarcales, cuando tanto ella como el proyecto eran parte de la propiedad del marido, “su señor”, dueño de vidas y propiedades…
Avancemos sobre los “por nacer”. Dijimos que son proyectos de personas, en un todo de acuerdo con el CC. Podemos agregar desde la ciencia biológica, lo que se sabe al respecto:
1) Que desde el día uno, fecha de la concepción y hasta el día 14, no es un inevitable proyecto singular, ya que de las divisiones celulares, puede dar origen a uno, a dos, a tres, etcétera, embriones.
2) Que hasta el día 24, cierre del neuroporo anterior, no hay proyecto consolidado del SNC, o sea, el cerebro. Si esto no ocurre, da por resultado un feto anencefálico, no viable. El no cierre del neuroporo  anterior al día 24 “aborta” el proyecto  de persona.

3) Que el embarazo, biológicamente hablando, para la mujer, es en un todo asimilable a una situación transitoria de tumor o de parasitosis. El embrión se comporta como un “cuerpo extraño” al organismo de la mujer, al punto que se encuentra “aislado” inmunológicamente de ella. El embrión crece y se desarrolla a expensas de los recursos que encuentra en la sangre de la madre a través de la barrera placentaria. Aunque ella esté anémica y desnutrida y osteoporótica, él igual va a tomar todo el hierro, las proteínas o el calcio que pueda, haciendo abstracción del posible daño que pueda ocasionarle a ella. Guste o no guste el término, se comporta, orgánicamente, como un parásito o un tumor, claro que a plazo fijo. Es por ello que cobra vigencia el inc. 1º del art. 86 del CP, que sale en defensa de la madre ante riesgo de vida o salud.
Avancemos ahora sobre la palabra: Aborto, que significa suspender, suprimir, cancelar. Pero no matar. Esto es básico. Como es básico entender que la mujer, esté en el estado que esté, siempre es y será una sola persona. (En “estado interesante”, como decían los diarios en las Sociales en la década del 50, o sin el “estado interesante”). Al ser dueña de su persona, sus actos privados e íntimos, sin daño a terceros, le pertenecen.  (Art. 19 de la Constitución Nacional). Y aquí no hay “terceros”, sólo proyectos de terceros. Porque es evidente el sentido de “terceros” en la CN: Es el otro, concreto, la otra persona, con los mismos derechos que uno mismo.
Vayamos al término “aborto”, que para nada puede homologarse al término “homicidio”, según nuestro  Código Penal (CP). En el lenguaje común, cotidiano, el de uso diario aparece esta palabra para definir “la suspensión o la caída de un proyecto”. No se mata a nadie, y con nadie viene incluida inevitable y negativamente la significación de ”persona”.
-Se abortó el viaje por las lluvias intensas en la región- dice alguien, con voz frustrada, pero sin relacionar para nada a este acontecimiento con la muerte.
-Se reunió la Comisión Directiva y tras muchas discusiones, decidieron abortar el proyecto que presentamos para modernizar…-dice un joven ejecutivo a otro en el Bar de la empresa, café de por medio. (No hay homicidio a la vista).
O sea que el término aborto se refiere a proyectos y  no a hechos cumplidos, acciones realizadas,  eventos finalizados, situaciones concluidas, trances plasmados, sucedidos ejecutados, obras acabadas, etc.
Ya vimos que el CP no homologa la palabra “aborto” con “homicidio”. Pues el CC tampoco homologa la definición “por nacer” con “nacido”. El nacido cuenta con estatus de persona, con sus derechos completos.  El por nacer, si no nace, se considera que “nunca existió”.
Aquí y ahora, pienso que si se quiere hablar seriamente y con propiedad, no puede decirse que: “Desde la concepción en el seno materno comienza la existencia de las personas”, como lo hace el art. 70 del CC, ni tampoco como lo hace la reserva al art. 1ª de la Convención Sobre los Derechos del Niño, donde nuestra ley 23.849 interpreta que se entiende por niño todo ser humano desde el momento de la concepción hasta los 18 años. La Convención, con justeza y tino dice que “se entiende por niño todo ser humano menor de 18 años”. 
Por lo tanto, surge inevitable la conclusión de que el derecho a decidir sobre el futuro de su embarazo, y cumplir con el derecho de procrear, es algo privativo  inalienable de todas las mujeres. Y usar ese derecho, en un sentido o en otro, le pertenece en exclusividad, y el Estado no debería entrometerse como lo hace  en esa personalísima decisión (CP, art, 85 al 88). El Estado debería dar soporte y ayuda a la mujer embarazada, promoviendo al máximo que todos y cada uno de los embarazos en curso sean deseables, pero respetando a la mujer y su intimidad, cualquiera sea su decisión personal. Esto quiere decir que el Estado no se desentiende del proceso vital de los “por nacer”, pero lo hace “a través de la mujer embarazada”, y no “a pesar de la mujer embarazada”. Dicho de otro modo, la sociedad debería confiar en ella, y reconocerle el derecho natural a ejercer la maternidad cuándo y cómo ella lo decida, sin mandatos legales que la criminalicen por parte del Estado si no los cumple. El aborto se limitaría entonces a  una práctica médica más, que sólo requeriría su reglamentación para implementarla en cada caso.
Una nueva etapa en el derecho de las mujeres, y de  nosotros los hombres por extensión,  se abriría si la sociedad y el Estado reconocieran y aceptaran  a la mujer, ser humano del sexo femenino, como una  persona única indivisible, una sola persona siempre, en todos y en cada uno de los períodos de su vida. Sin dudas, se abriría una etapa más equitativa y más justa, Así de simple.
Alberto Campos Carlés. Médico. Noviembre 2011


(*) Persona, (José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía) “en su acepción clásica, deriva de “máscara”. Se trata de la máscara que cubría el rostro de un actor cuando desempeñaba su papel en el teatro, sobre todo en la tragedia. De ahí derivan dos significaciones igualmente antiguas. Por un lado es el personaje, y por el otro el “hacer resonar la voz” a través de la máscara. Se discute si los griegos tuvieron o no una idea de la persona en cuanto “personalidad humana”
“Las elaboraciones más explícitas de la noción de persona se deben al pensamiento cristiano. San Agustín logró que el término pudiera usarse para referirse a la Trinidad (las “tres personas”) y al ser humano. Llenó sus conceptos con el fruto de la experiencia que desde entonces se llama “personal”. La idea de persona, para él, pierde la relativa exterioridad, para asumir un carácter íntimo. La idea de intimidad para hacer de esta relación consigo mismo no algo abstracto sino eminentemente concreto y real. Boecio  proporcionó luego la noción básica para casi todos los pensadores medievales: “La persona es una sustancia individual de naturaleza racional”. San Anselmo señala que hay un contraste entre “persona” y sustancia”. Dice: Se habla sólo de persona con respecto a una naturaleza racional individual, y de la sustancia, con respecto a los individuos, la mayor parte de los cuales subsisten en la pluralidad. Santo Tomás reafirma: Los individuos de naturaleza racional poseen un nombre que los distingue, que es “persona”. Los autores modernos no eliminaron los elementos metafísicos en que se fundaba buena parte de la concepción tradicional. Leibnitz dice que: la palabra “persona” lleva consigo la idea de un ser pensante e inteligente, capaz de razón y de reflexión”. Otros autores propusieron la distinción entre la noción de individuo de la de  persona. La de individuo se define negativamente: Algo o alguien es individuo cuando no es otro individuo. La unidad de persona se define positivamente, mediante elementos procedentes de sí misma. Un individuo, ser humano, es una entidad psico-física, en cambio, persona es una entidad también fundada así, pero no reductible  enteramente a ella. El individuo es determinado en su ser, mientras que la persona es libre. Esta contraposición entre lo determinado y lo libre, el individuo y la persona fue elaborada  por filósofos que insistieron en la importancia de lo ético en la constitución de la persona. Kant definió la persona o la personalidad como “la libertad e independencia frente al mecanismo de la naturaleza entera, consideradas a la vez como la facultad de un ser sometido a leyes propias, establecidas por su propia razón”. Después de Kant volvieron a cobrar importancia los elementos metafísicos (Fichte). Desde entonces el concepto ha ido experimentando cambios fundamentales, por lo menos en dos aspectos: En cuanto a su estructura, y en cuanto a sus actividades. Con respecto a la primera se abandonó la concepción “sustancialista” de la persona, para ver en ella un centro dinámico de actos. En cuanto a sus actividades se agregaron a las racionales, las emocionales y las volitivas.
El psicólogo Jean-Claude Filloux, en “La Personalidad”, dice: “El psicólogo deja en manos del moralista la noción de persona y no hace ninguna especulación sobre la naturaleza ontológica  del hombre”. Estudia  en los seres humanos los fenómenos psicológicos o mentales, e insiste en que el atributo no debe ser transformado en sujeto o sustancia.

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Ahora, nosotras....

Ella dijo:  Ahora  nosotras…
El derecho a disponer de mi propio cuerpo. El derecho a decidir sobre el futuro de mi embarazo. La obligación legal de no poder hacerlo, salvo bajo ciertas circunstancias. Honestamente, no lo entiendo. Si la intimidad de mis pensamientos es mía, y el estado (no estalinista) no tiene derecho sobre mi intimidad, me pregunto ¿por qué un estado de derecho, democrático, puede decidir sobre la intimidad de mi vientre? Ahhh, me dicen que es porque hay vida allí, y que es ajena a mí, y no tengo derecho a decidir sobre su destino salvo…Sí, ya me explicaron todo eso, pero a mí no me sirven explicaciones que me dejan fuera de las fundamentaciones. Y encima, la mayoría de los que opinan son del género masculino!!!!!! Me dan bronca, y algo de repugnancia por la hipocresía con que sustentan sus argumentos. Las de mi género también están divididas, pero eso lo comprendo más, son del palo, pueden estar o estuvieron alguna vez involucradas en este tema. Entiendo que tengan miedo a que se les conceda el derecho a decidir por sí mismas. No es fácil aceptarlo, en esta sociedad con sólida raigambre machista y posturas dominantes casi universalmente aceptadas sobre nuestro género. Pero vamos, que ni el mundo se termina con que avancemos nosotras un poquito sobre nuestros derechos, ni vamos a abandonar nuestros hábitos maternales. ¡Ni pensarlo, que joder! Al fin  y al cabo, somos nosotras, como dijo un extraño espécimen del otro género, las poseedoras del supremo secreto de la vida. Pero bueno, a ver, si hasta el Código Civil no se anima a afirmar si es o no una persona lo que llevamos adentro durante nueve meses, y sólo si nace vivo adquiere definitivamente plenos derechos. Si no nace vivo, para nuestro CC ese ser nunca existió. Entonces ¿de qué nos están hablando? Si nosotras no nos oponemos a continuar reproduciendo a la especie, al contrario, ya somos siete mil millones y son ellos los que quieren limitar la reproducción, por razones demográficas, dicen. Pero creo que lo que no quieren es más pobres en el planeta, y estos se reproducen como conejos, y luego hay que alimentarlos, educarlos, vestirlos, darles casa, salud, trabajo, etc. Y todo eso escasea, para los pobres, entendámosnos, y las cosas así no van muy bien. Pero nuevamente me pregunto, ¿por qué yo, un granito de arena femenina, no puedo decidir libremente sobre lo que ocurre y lo que deja de ocurrir dentro de mi cuerpo, de mi ser, de mi integralidad como ser humano, más allá de mi género? Si ni los filósofos metafísicos ni de los otros se han puesto de acuerdo sobre el origen o el comienzo de la persona, y hasta lo llevan al punto de que personas serían sólo los individuos adultos de la especie humana, me pregunto ¿por qué se empecinan en ponernos a nosotras como victimarias de una persona que no existe, cuando nos hacemos un aborto? Entendamos bien otra vez. A ninguna de nosotras nos hace gracia hacernos un aborto, ni mucho menos. No es un deporte femenino, para ponerlo en palabras del género opuesto, tan amante de los ejercicios físicos y las competencias. Pero  debería poder decidir por mí misma interrumpir o no ese embarazo…Como si ellos no tuvieran nada que ver con el acontecimiento. Como si las complicaciones que se te vienen encima los tuvieran como inocentes o ausentes de cargo. Ironía, hipocresía, abuso de poder, escasez de solidaridad y empatía bien entendida…Hay tantas cosas para decir, que se me cruzan los circuitos neuronales y los dedos no me dan abasto. Hay que ordenarse y sistematizar el pensamiento. O  sea, para ser oída por ellos, que al fin y al cabo son los que deciden (directa o indirectamente), hay que utilizar el pensamiento de ellos, claro que adentro de nosotras, matizado por el perfume de nuestras invalorables hormonas. Hay que abandonar el pensamiento feminista y dejar de darles pretextos para el mantenimiento del actual y preponderante pensamiento machista.  Hay que avanzar y dejarlos atrás, definitivamente atrás, con las mismas herramientas que inventaron y que tanto éxito les dieron. Para ello, empecemos por establecer (que no es lo mismo que reclamar) nuestra supremacía en el terreno de la reproducción. Y compartir con ellos el cuándo y el cómo, pero desde nuestro derecho irrenunciable sobre la totalidad de nuestro cuerpo, de la piel para adentro, todo es nuestro, es decir, de cada una de nosotras. Como lo son nuestros pensamientos en la intimidad de nuestro cerebro. Como lo es el cuerpo de ellos, que ninguna de nosotras pretendemos “violar” (aunque a veces se lo merezcan, ¡Y cómo…!!!!!!).
Pero no quiero perderme en el mar de pensamientos que surcan mis conexiones neuronales, a veces al rojo vivo. Dicen que ellos sólo piensan una cosa por vez, y por eso son exitosos, y nosotras, dispersas, nos quedamos atrás y terminamos en la cocina o llevando nuestra prole a la escuela, al médico, a… ya saben. Pero no pretendo pasarme al otro bando, soy femenina y a mucha honra. Creo que tenemos la llave de la emancipación bien entendida, y debemos abandonar la costumbre inveterada de pedirles permiso. ¡Ñato, el cuerpo mío es mío, y si lo compartimos en determinadas circunstancias (placenteras, no lo niego, pero a veces, ¡no te agrandes, Chacarita!), está todo bien, pero después no corras a agarrarte del Código Penal que ustedes escribieron, para que nosotras nos sometamos a vuestros mandatos y designios! ¡Basta ya de pensamientos de sometidas! A ver si les gustaría, ahora con el tema de la fertilización asistida, que les introduzcan un embrión en el peritoneo y adelante con la fiesta. Deberían esperar a la cesárea para liberarse, y ojo, no se dejen sacar la placenta que se puede llevar una porción de vuestros personales intestinos…¿No me creen? ¿Me creen loca de remate? Es la fácil, muchachitos incompletos… ¿Y saben por qué les digo incompletos?  Porque lo son, porque de la cabeza para abajo, no tienen cómo incorporar nada del exterior, natura mediante, y ojo que no tengo nada en contra del sexo anal, ni yo ni muchas de nosotras, pero reconozcamos que esta variante es un invento de ustedes…Pero no entremos en temas escabrosos…no todavía.
El derecho a decidir sobre uno mismo empieza, precisamente, en uno mismo. Y yo y mi circunstancial embrión, por el derecho civil que ustedes mismos inventaron, somos, hasta después del parto,  una sola persona. ¿Tienen algo que decir al respecto, estimados seres humanos incompletos? Digo, algo novedoso, interesante, que nos haga pensar diferente, algo con un poco de simpatía… ¡Soy toda oídos! Pero, por favor, abandonen la cantilena de siempre, que si la recibieran de algún empleado de vuestras exitosas empresas, no vacilarían en pegarle una soberana patada en el culo sin más trámite.
Entonces, ¿arreglamos? Bueno, la cosa es así: Nosotras escribimos los Códigos que nos involucran con exclusividad, en exclusividad, valga la redundancia (que no está de más, a ver si lo entienden bien y de una vez por todas), y ustedes escuchan, y leen, y transcriben como buenos secretarios de actas (y a ver, que esta vez no se les traspapele ni una coma, como allá en 1921 con el inciso 2° del artículo 86 del CP),  los dictados que el género femenino vaya estableciendo para sí.
¿No les gusta? No les preguntaremos  si les caen bien o mal estas cuestiones exclusivamente nuestras. Hemos dado vuelta la página, y vamos a seguir avanzando. Y no somos autoritarias. Los temas en común, estamos dispuestas a debatirlos con ustedes, siempre y cuando no pretendan cortarse solos ni establecer jerarquías a priori, sin discutirlas democráticamente. Y por último, no nos salgan con eso del “mandato divino”. Porque,  ¿saben una cosa? Dios nunca fue masculino, y si de “mandato divino” quieren hablar…Miren, no es por amenazarlos ni mucho menos, pero el día en que decidamos la reproducción exclusiva a través del sexo femenino, chau, ustedes, en un siglo o menos, desaparecen. Ya lo dijo un loco de vuestro género, que deberían quemar por hereje. La ciencia que ustedes hicieron avanzar hasta límites insospechados, nos da las herramientas para ese objetivo, y si no me creen, miren vuestros propios papers, que ya desde el 2007 separan los espermatozoides x de los y para que la pareja pueda elegir el sexo de su descendencia.
Pero no quiero avanzar más, por ahora, en mi razonamiento panfemenino. Crean que, aunque con reservas, los queremos, y lo que pretendemos hacer (con ustedes o sin ustedes),es un mundo mejor. ¡Joder, hombre, que la democracia y las supuestas y siempre mal practicadas igualdades las inventaron ustedes!, aunque con respecto a estas últimas podríamos disentir en sus fundamentos, y no precisamente por vuestras ancestrales razones.
Chau, nos vemos en el Congreso Nacional, a ver si vamos terminando con algunas de las tantas inequidades que nos separan arbitrariamente… Secretarios de Actas…Ja, ja, ja… ¿No les quedará grande el término?
                                                                         
                                                                               Albertina, noviembre de 2011
Él dice: Está bien, ahora ustedes, pero…
Te he leído, no recuerdo en qué medio. Te encuentro apasionada, directa, resuelta e inteligente (¿Sos de Capricornio?), y quería decirte que “en general” estoy de acuerdo con vos y comparto tu criterio de defensa de género. Tienen motivos sobrados para hacerlo. Pero creo que tu visión sesgada de ambos géneros te está llevando a ver el árbol y no el bosque. Me explico: En nuestro género hay de todo, y en el de ustedes también. En una sociedad como la nuestra, las desigualdades son mínimas, comparadas con las que existen hoy día en algunos países de Äfrica y en Oriente Medio, por ejemplo. Allí el hombre es dueño y señor de toda la mujer, y no sólo de su vientre. Y la desobediencia muchas veces se paga con la muerte. Si del tema reproductivo hablamos, no siempre el hombre es el irresponsable, y muchas veces ustedes abortan sin darle derecho a opinar a él. Claro, vos decís que el derecho debe ser exclusivo. Bueno, no te lo discuto, pero por lo menos, participemos del tema, que no es menor para la vida, o sobrevida de la pareja. Mirá, pienso que todos los extremos son indeseables, y sólo el equilibrio y el consenso permiten el avance sólido en temas conflictivos.
Respecto de la deuda nuestra hacia ustedes creo que se puede discutir su saneamiento desde una visión general y otra particular. Casos particulares y aberrantes de maltrato y sojuzgamiento no deberían generalizarse. Y en general, la legislación ha avanzado al respecto, agravando  penas y endureciendo posturas. El tema puntual del aborto creo que lo deberían decidir ustedes, y nosotros abstenernos de opinar. Siempre lo pensé así. Lo que no sé es qué saldría de una opinión exclusiva de vuestro género, pero eso ya no sería tema nuestro, es decir, de nuestro género. Creo que hay más machismo dentro de vuestro género, hoy día, que en el nuestro. Sí, es una opinión personal, sin encuestas. Te veo como una dirigente, una líder que levanta rojas banderas de liberación y camina recta hacia sus objetivos. Pero, si mira para atrás, ¿cuántas la siguen? Empujemos, empujemos que algo va a salir…es una teoría y una praxis dudosa, sobre todo en sus resultados, en su eficacia.
Si podemos ser complementarios, ¿para qué confrontar inútilmente? Vos misma mencionaste ideas progresistas desde un origen de nuestro género. Y no las considero para nada herejías. Creo que en muchos aspectos el hombre sigue siendo importante y quizá insustituible para la evolución de la especie, en muchas ramas del saber ha hecho punta y sigue estando en la vanguardia, por más que me pongas honrosos ejemplos de tu género.
Si se quedan solas, se van a aburrir soberanamente, y van a extrañar un Mozart,, un Kant, un Einstein, un Freud, un Shakespeare, un Cervantes, un Rubens, un Picasso, un…qué se yo, ¡hay tantos! Sí, ya sé que hay una Curie, una Virginia Woolf, una….ya ves, no me sobran nombres de ustedes. Deberían avanzar sin romper el piolín que las une al resto de los seres humanos. Cambiar lo peor de ambos géneros debería ser también una opción, en vez de terminar con uno, que, aunque incompleto, es necesario para la armonía de la raza.

Ella dice nuevamente: Ahora nosotras…
Veo que no tienen mucho que decir. Quizá los agarramos cansados, y los viejos argumentos de seducción y luego de sojuzgamiento están gastados, perimidos, obsoletos, y ni a ustedes mismos ya convencen. ¡Qué decepción, no encontrar verdadera oposición sino el quejoso vagido de un niño desprotegido! Pretenden invocar el sentido maternal innato en nosotras, para luego, repuestos, erigirse nuevamente en dueños y señores rectores de nuestro género. ¡Qué banalidad! Juro que esperaba otra cosa. Un Júpiter tonante, que emitiera rayos de furia y de venganza eterna hubiera sido más digno que lo que estoy escuchando…
Insisto: Nos vemos en el Congreso, y aunque no nos alcancen las manos, nuestros argumentos serán tan contundentes, que no se atreverán a contradecirnos.

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Etica y Bioética

Cuando desde  la Bioética se habla de la “defensa de la vida”, se entiende que ésta se extiende en exclusividad al ámbito de los seres  humanos. Y a pesar de ello, se la sigue llamando “bioética”, y no “humanoética”. La experimentación en animales, algunos  superiores como los primates, sólo cuenta para esta disciplina con una mínima consideración ética: Que se les “eviten sufrimientos innecesarios”. Por otro lado, los  miembros no humanos del reino animal,  salvo los felinos cuyos máximos exponentes (leones, tigres, panteras, etc.) cuentan con un estatus superior en el lenguaje vulgar, son considerados no sólo inferiores sino peyorativamente indeseables. Esa mujer es una víbora, esa es más mala que las arañas, los aplastaremos como cucarachas, los exterminaremos como ratas, es un cerdo de sucio, es una perra (puta y perra en inglés usan la misma palabra), no sabe nada, es un burro, esa que entró es un gato, se tragó varios sapos, se arrastra como un gusano, se reproducen como conejos, tiene dientes de caballo, está hecha una vaca, parece un hipopótamo, es lento como una tortuga, más puta que las gallinas, se hizo perdiz, repite todo como un loro. Para definir el grado de alcoholismo del hombre borracho, utilizamos animales: La etapa del león, del mono, del cerdo... El “hombre” (ampliamente hablando) es aséptico como definición. Para catalogarlo es necesario adjetivarlo. La palabra “hombre” no lleva implícito ningún calificativo que lo refiera a él mismo. Usurpamos del resto de los animales la esencia  del nombre que nosotros les dimos, para adjetivarnos, en general negativamente. La Bioética al avalar la experimentación en animales no actúa de manera diferente. Las ciencias biológicas usan a los animales para experimentación en beneficio del hombre, dándoles la dudosa concesión de que “no sufran innecesariamente”. Por lo tanto, el tan mentado “respeto a la vida”, no es tal. Tanto desde el lenguaje peyorativo, pasando por la experimentación, hasta la necesaria “industria de la carne”.
Defensa de la vida, que no es tal. ¿Defensa de la vida humana? No parece que figure entre las prioridades de la especie. Guerras, genocidios, hambre, desnutrición, insalubridad, carencia de educación, legislaciones discriminatorias, pena de muerte, la lista puede ser larga. Pero, ahhh, sí, en abundantes legislaciones nos desgarramos las vestiduras y hacemos largos y enfáticos discursos en favor “de la vida humana desde la concepción”. En muchos países, el mayor seguro declarativo que tiene la vida desde el Estado es “durante la gestación”. Porque después, la cosa es : Arreglate como puedas, y así tenemos injustificables índices de mortalidad materna, de mortalidad infantil, de mortalidad por tuberculosis, Chagas o SIDA, etc. Seguimos vendiendo tabaco que engorda multimillonarias industrias, a pesar de la alta mortalidad que su uso provoca. Y la lista puede ser muy larga.
Pero seguimos declamando que “defendemos a rajatabla la vida desde la concepción”.  Uno aquí podría preguntarse ¿para qué tanta defensa si después se la derrocha a manos llenas? “Es necesario hacerlo siempre desde el discurso”. “Es lo que se espera de nosotros”, dicen los políticos, Es lo “políticamente correcto”. Y desde el llano aplauden y vitorean quienes así se sienten seguros y respaldados en sus creencias afianzadas por un Estado que se autotitula ético.
Ética para los seres humanos; los animales ya tienen lo suyo, “y al fin y al cabo, fijate que gracias a nosotros sobreviven los animales domésticos…”  luego parece ser que esa ética es sólo para algunos seres humanos, para ciertos casos. Se la reclama para las profesiones liberales, pero no a empresarios, bancos, financieras. Cuanto más grandes, menos reclamos. La industria de la propaganda, que nos bombardea a toda hora con mentiras, usando toda clase de artimañas para que compremos lo que venden. La ética del consumo, motor actual de la economía. “Compre ya, aunque no lo necesite, alguna vez le va a llegar a ser necesario…” tirar sin abrir agregaría yo.
En un mundo que todavía debe varias materias para recibirse de ético, torna sospechosa a esta disciplina controlando a la ciencia, sobre todo actualmente a la Biología.
Desde algunas posturas de la Bioética hay quienes se horrorizan que un biólogo exprese que: “Prefiere experimentar con un embrión (se entiende que humano) que con un chimpancé”. Y esas mismas posturas consideran no ético experimentar con “células madre embrionarias”, las que, potencialmente podrían dar origen a un embrión. Hasta el Papa se expresó enfáticamente en contra, olvidando el olor que aún se percibe a carne quemada viva desde sus venerables recintos (Giordano Bruno, Julio-Cesare Vanini y tantos otros…).
La Historia siempre tuvo su basamento casi inamovible en el discurso único de la “historia oficial”. Y esta historia de los hombres funda su base ética en la justificación de la violencia. Los fines  justificando los medios. La redacción insume tantos volúmenes como mentiras es capaz de elaborar un ser humano. Mentiras hacia afuera y mentiras hacia adentro. Toda la variedad está inserta allí. La revisión de la historia humana desde una ética entendida como el respeto universal a la vida y  a su diversidad, teniendo como base el primun non nocere de la ciencia médica, y los principios de la beneficencia y de la no maleficencia, podría orientar hacia una nueva etapa de la ética  de la vida en relación en general.
Pero no nos adelantemos. No seamos utópicos idealistas. No fabriquemos creencias que den origen a nuevos fundamentalismos, con gloriosos  correlatos en la siempre renovada y siempre unívoca “historia oficial”.
Paso a paso, sin olvidar que la diversidad es una condición ineludible para el pensamiento que se autotitula ético, aunque defendiendo  esa diversidad de sus extremos inevitables, parece un camino interesante para recorrer. Temas puntuales, evitando generalizaciones y pensamientos abstractos, como por ejemplo, el derecho de las mujeres a ser consideradas en singular únicas, y siempre, una sola persona. Porque no veo que sea ético considerarlas “dos personas” cuando están embarazadas, para habilitar  el ejercicio de  un poder sobre ellas. A través de ellas y no a pesar de ellas el Estado debería defender la vida en gestación. Como si no fueran confiables, hay que imponerles, darles órdenes, incluso criminalizarlas. Como si las leyes de los hombres (en general un producto masculino) fueran más confiables que la naturaleza femenina de las mujeres. ¡Como si fuera producto de las leyes de ellos y no por la naturaleza de ellas que hemos llegado a dominar el planeta con sus siete mil millones de habitantes!
Vivimos de mentitas. Las mentiras nos alimentan, nos cuidan, nos dan confianza en nosotros mismos. “Miento para ayudarte, para protegerte, sobre todo de vos mismo”. Mentimos para que todo siga igual, y aceptamos mentiras como moneda corriente de compra-venta. Y construimos una historia oficial con esas mentiras, y una ética de y para esas mentiras. Las verdades simples nos producen rechazo, y la primera barrera que les ponemos desde nuestro pensamiento es que son dudosamente éticas, cuando no definitivamente no éticas. ¿Ejemplos? El derecho al divorcio vincular. La existencia de parejas homosexuales, y el derecho al matrimonio igualitario. La adopción de hijos por parte de estos. El reconocimiento de grupos convivientes no monogámicos,  el mencionado derecho de las mujeres a ser consideradas  “una sola persona”, y tantos otros que hoy día se podrían nombrar y mostrar. En definitiva, el derecho a la privacidad, a la singularidad, a la diversidad.
¿Quién establece que lo dicho sea lo que debe ser? ¿No suena más  aceptable desde la diversidad eso de que “de gustos no hay nada escrito”, y que cada uno se pueda escribir su propia historia,  sin interferir ni dañar a terceros y con la condición de no pretender generalizarla? Y hablando en general, que suena difícil en un ánimo de respeto a la diversidad,  correspondería anunciar previamente su carácter provisorio y siempre sujeto a revisión. Al fin y al cabo la ciencia y su método científico avanza paso a paso y utilizando el ensayo y error, con audacia y humildad, que la realidad científica es implacable en eso de mentirse a si mismo o mentirles a otros. La legislación podría tomar modelos del método científico  como base para ciertas conductas cuando de elaborar ciertas  leyes (por ej. El Código Penal) se trata. Y pasarlas por el filtro del ensayo-error antes de aprobarlas como normas generales aplicables a toda  la sociedad. Comenzando, por ejemplo, con poner en tela de juicio lo que usos y costumbres dicen y establecen, y que muchas veces son utilizadas como bases para la legislación ulterior.