lunes, 13 de enero de 2014

Poesías





Qué manera, vida mía  (tango-canción)

¡Qué manera, vida mía! ¡Qué manera
de meterte en mi vida!
¡Qué manera!

De movida, nomás,
Fuiste un huracán que de un plumazo
devastara una por una mis defensas,
sacudiendo hambres dormidas,
invadiendo sin respiro
hasta el tuétano de toda mi osamenta.

Y quedé  como bola sin manija,
girando sin parar,
como baile de frágil marioneta
que se agita
sin timón, sin brújula,  sin rumbo;

Mareada por tan dulces estridencias,
Ardiente y suave, la ternura
Chorrea  ahora por mis poros un sin fin.

Son reductos que no paran de llamar
Y ahora piden  por ti.
Gritan  por ti,
Y gimen  por ti; 
Cuando mueren  mis adentros
de deseos infinitos...

¿Qué hacemos,  entonces, vida mía,
con toda esta carga que desborda,
Que demanda, que suplica,
estrellarse sin demoras  en tu seno,
Boca contra  boca,
pecho contra pecho,
hundirse en la  amapola de tu ombligo,
senda inevitable, para anclar,
definitiva,
en la amorosa fragancia de tus sedas?



Ahora me urge una manía:
contemplarte,
Por ejemplo, frente a frente,
Por ejemplo, en una mesa de café
Por ejemplo, muy a solas.
Los dos y nada más.
claro, a solas y muy juntos,  ¡obligado!

Y mirarte sin urgencias
Y decirte despacito,
Que aquello que me has dado,
Te lo voy a devolver multiplicado,
sorbo a sorbo,  de a poquito,
Con mis manos,
Con mi boca,
con mi sangre,
con palabras saboreadas y mordidas,
con mi vientre ansioso,
con el centro de mi piel rotunda.

Voy hacia las cálidas regiones de tu piel
que hoy las oigo suplicar,
con gritos  y susurros ser colmadas
"¡Ven ahora, ya, por fin y de un vez!"

Yo también ya soy tuyo, vida mía,
¡Qué bien que  sabes esto!...
Tuyo y sin remedio...


 ¡ Qué manera, vida mía! ¡Qué manera
de meterte en mi vida!
¡Qué manera!...


          

                   LEJOS DE LOS OJOS COLOR DE AGUA

Suave, blanca y simple,
como la espuma del mar sobre la arena.
Tierna como la arcilla que emerge del fondo de la tierra.
Antigua como las olas que se repiten,
que nunca envejecen.
Así como tu boca pequeña te contiene,
muere el día sin encontrar consuelo
en la pálida noche que se inicia,
con el vino, y el humo, y la música oscura
celebrada en voz baja, en un susurro.
Son tus pasos temerosos, húmedos de sombra,
tan cercanos y distantes
como los sueños que trepan en el frío del crepúsculo.
Y corren detrás de las cosas,
 como las cosas mismas  que intentas atrapar,
 para ti, para dejarlas ir, para que vuelvan a ser.
La muerte aprieta y revive el dolor de existir,
que es como nacer mil veces. No abandones
la red antes de tiempo,
porque hay un tiempo
para arrancarse la piel ardida de la cara
de un tirón, como si fuera una máscara,
y quedar descubierta y sangrando,
presa de las fieras,
dentro de tu cóncava ansiedad de hembra,
lejos de los ojos color de agua.
Y surgir con el viento helado del invierno,
con el salado secreto de las olas
que son eternamente una, que eres tú,
para estar, tal vez para ser,
y siempre (porque ese es tu sino),
desaparecer.






              Bronca que no calla, bronca que no duerme



Bronca que no calla, bronca que no duerme,
bronca que amarra la garganta
con grito de furia silencioso,
agrio espacio que impide conservar
el aliento vital y el pulso firme.
Impotencia que ahoga el flujo claro
y con tensa parálisis se expresa,
gira, rompe y se derrama como pita de alimañas
que corroe las entrañas y se devora los sueños.
Entretanto,
la vida no abandona el juego hostil,
y la muerte ronda y baila, tan cercana y risueña.

Bronca que no calla, bronca que no duerme,
mi canto es violencia
y no pide permiso,
y muerde hasta el fondo, y el fondo es macizo.


Dolor que brota con   voces de arrebato,
dolor que estalla en silencio de muerte,
dolor por la experiencia de insensibles miembros,
dolor por la conciencia de la mala leche
de bocas que desbordan  promesas incumplidas,
cuando  el cuándo es ahora, y tienen el poder,
y miran al costado, no lo que hay que hacer,
por la vida en general, por  quienes nada tienen,
desde siempre, desde antes de  nacer,
y que suman y más suman estadísticas vitales,
de dolor, de miseria,  de indigencia extrema,
en el enorme  espacio de  la  esperanza  ausente.

Bronca que no calla, bronca que no duerme,
mi canto es violencia
y no pide permiso,
y muerde hasta el fondo, y el fondo es macizo.

Bronca que no calla, bronca que no duerme,
dame el canto cierto para ignorar la tristeza,
dame el aliento para romper el taño,
y abrir de un tajo el cuerpo derrotado,
y llegar al núcleo del dolor preciso,
del dolor cabal que no admite excusas.
¡Quién pudiera desnudar a la injusticia
que se oculta bajo  múltiples disfraces,
y suplanta sin pudor a la justicia
que carga doblegada
la inopia escandalosa por estigma y  no reacciona!
Mezquino resultado una justicia desmedrada
y su hermana, la versátil, vigorosa y saludable.



Bronca que no calla, bronca que no duerme,
mi canto es violencia
y no pide permiso,
y muerde hasta el fondo, y el fondo es macizo.


LAS DOS SOLEDADES


La soledad cuando estás solo. 
La soledad  acompañado.
La soledad en el oasis, la soledad en el desierto.
La soledad en el encuentro con uno mismo, 
la soledad compañera.
y la soledad en el desencuentro. 
la soledad que duele,
La soledad del abandono, la soledad del desamparo,
tan lejos de la otra, la soledad solitaria.
La soledad que unta cercanía con  lejanía,
en una mixtura tan objetiva como subjetiva,
que trastoca lo soportable en  insoportable.
La soledad amistosa y cordial 
que  acerca al centro de uno mismo,
Y la soledad punzante, insidiosa y traicionera
que siempre aparece a destiempo,
Que desentona con la realidad 
y vuelca obscenamente a la intemperie
el contenido del baúl de los trastos viejos
residuos inútiles, desgastados, malolientes
que se han acumulado en la memoria  
a lo largo de los años… 
De aparición brusca, es siempre sorprendida in fraganti
al pretenderse lo que no es, ni nunca fue, y nunca será.
Destructiva por naturaleza,
deja el tendal de escombros tras de sí al retirarse,
Y señala con una mueca que simula una sonrisa:
“Ahora, arreglate como puedas…”
Y tras esta sentencia solo queda
juntar los pedazos desparramados entre las cenizas
que dejó el Ave Fénix al levantar vuelo,
en soledad, curiosamente, en soledad,
En la soledad del oasis,
del propio encuentro,
en la soledad amigable, 
finalmente,
en la soledad imprescindible,
como que por fin llega a  entenderse
que los males de la soledad, sólo se curan en soledad…