domingo, 7 de octubre de 2012

Entrevista

 ¡Hola! Te estaba esperando desde hace bastante tiempo…

 Pues aquí estoy. Empecemos, si te parece bien.

 ¿Por dónde querés empezar?

Decime quién sos, y qué esperas de esto.

Quién soy saldrá según preguntes, y espero con esto “provocar”, en el sentido de promover intercambio, comunicación, reciprocidad.  Y también, “provocar” en el sentido de producir irritación si es necesario, extrañeza, hasta rechazo, pero desdeñando prejuicios, rompiendo moldes previos, abandonando anteojeras, lugares comunes, frases hechas y respuestas de manual. Desde el centro y hacia el centro, donde todo se pueda preguntar y todo se pueda responder, si se conocen las respuestas, o se las puede imaginar. Más o menos algo así…

 Es interesante. Si vamos a ser honestos ante todo, te diré que muchas de las cosas que te preguntaría son más bien cuestiones que pienso pueden despertar interés en el público, y quizá no las encuentres despojadas de cierta dosis de chismografía…

Soy yo y soy vos al mismo tiempo. Lo que me preguntés te lo estarás también respondiendo vos mismo. Pero empezá de una vez…

 ¿Te sentís fracasado a esta altura de tu vida? ¿Qué esperás de lo que te resta vivir?

En algunas cuestiones sí. Ejemplos: Como ex marido de varias parejas. Como padre en algunos casos. Como profesional que descuidó su formación académica. Como amante de la música que no sabe cantar y no toca ningún instrumento. Como escritor que luego de más de 40 años permanece desconocido.  Y espero, en el resto que me queda, poder entenderme un poco más, ser más amistoso conmigo mismo, poder sonreír más, evitar la solemnidad y no tomarme demasiado en serio. Enfrentar lo que venga sin miedos y sin vueltas. Huir de actitudes altisonantes, y no  sentir nunca más lástima de mí mismo, ni permitirme el lujo de no vivir cada día como el último.

¿Sos, entonces, lo que se dice un don nadie?

Puede ser.... No me importa demasiado lo que se entienda de mí, aunque ese no es un título que me guste para nadie. No te lo pondría a vos, no lo acepto para mí.

Algo de lo que te sientas orgulloso de haber hecho…

He hecho bastantes cosas puntuales positivas en mi profesión. He escrito algunas cosas interesantes. He amado mujeres durante algunos períodos de mi vida. He amado hijos, propios y ajenos. Debuté como primer trabajo en el oficio de resero. He hablado algunas veces por quienes no tienen voz o no son tenidos en cuenta. He descubierto que el género femenino es el depositario del “supremo secreto de la vida”, y vengo insistiendo, como y donde puedo, en el derecho, profundo, concreto,  a la igualdad de géneros. Es como una cruzada, una honrosa cruzada a la que siento inevitable.

¿Sos hetero u homosexual?

A ver: Te diría que soy heterosexual irremediable y homosexual facultativo. Me explico: Amo a la mujer incondicionalmente. Es mi contraste necesario, es mi espejo natural, es mi complemento imprescindible. Pero también encuentro que con mi género puede haber posibilidades de interrelación. No le temo a la homosexualidad. Apoyé las leyes de género y del matrimonio igualitario y me caen bien las parejas homosexuales, tanto de hombres como de mujeres. Creo que las parejas heterosexuales podrían aprender muchas cosas interesantes de las  homosexuales, como que lo que se da, hay que ganarlo y defenderlo, pues, para bien o para mal (a mi, para bien) carece de mandato social y dependen sólo de ellos mismos. Pero me siento más inclinado a conformar pareja con  una mujer que con un hombre. No lo he hecho aún con ninguno.

Tampoco lo descartás. Te veo algo indefinido, como si fueras bisexual.

Puede ser. No me interesan las definiciones, sino las relaciones. Amo a la belleza donde esté y como se presente, espontánea, natural, en plenitud de su potestad y de su capacidad de “provocar”. Y el amor es una manera exaltada de festejar la belleza sin distinciones ni rangos.

Te gusta la palabra “provocar”. A mí, te confieso, ya me has provocado interés e inquietud, que no es poca cosa. ¿Qué cosas te gustan más de la vida, y cuales detestás?

Me gusta tomar mate, me gusta jugar al golf, me gusta pensar en libertad, sin límites de tiempo ni de espacio. Me gusta leer y escribir en la cama. Me gusta hacer el amor. Me gusta conversar con los niños, de igual a igual, no utilizando esa forma forzada que adoptan generalmente los adultos al dirigirse a ellos. Detesto las formalidades, los protocolos, la ropa formal, como ser el cuello abrochado, la corbata y los zapatos abotinados. Detesto el doble discurso, detesto la prepotencia, la cobardía, la falta de intimidad, la posesión, la falta de libertad y de respeto. La ambición desmedida por lo material. El poder por el poder mismo. La carencia de originalidad y sus disimuladas formas, meras copias.

Si pudieras vivir de nuevo tu vida, ¿qué cambiarías de ella?

La inseguridad, la dependencia, la cobardía. Quisiera haberme comprendido mucho antes que ahora, que con dificultades lo hago. Quisiera no haber buscado desesperadamente la felicidad en  vez de  encontrarla casualmente en el camino. Quisiera haber tomado lo que se me brindaba y no quise o no me animé. Quisiera  haber escrito con más fuerza, más pasión, más convencimiento, más erudición. Quisiera haber viajado más y haber conocido más gente. Quisiera haber aprendido a tocar un instrumento musical. Ah, tantas cosas cambiaría…

Podés hacerlo ahora?

Algunas sí, otras ya no. También eso hay que entenderlo.

 ¿Te molestan las limitaciones de la edad?

Algunas sí, las físicas fundamentalmente, aunque no tengo demasiadas. Aún tengo buena memoria, y la mente, en general, sigue ágil, atenta y desprejuiciada.

¿Quisieras preguntarme algo?

Si estás conforme con vos mismo, si te entendés, si te llevás bien con el fantasma del espejo…

Ja… Pues, sí, a veces. No siempre.

Preciso y contundente con tus respuestas. Sos mejor preguntando.

Somos diferentes, en tiempo y en espacio, pero estoy en eso. Trabajando en eso.

Ahora le llaman trabajo al oficio más placentero, creativo y en definitiva, productivo, que uno puede emprender. La base de todos los otros. Saber lo que se es y se quiere, y a dónde se va.

¿Y la ética y la moral, dónde quedan en tu esquema de vida?

No confundamos los términos. Pienso que la ética es personal, viene impresa en los genes y sólo hay que dejarla expresarse. Y que la moral es fabricada por el hombre para la sociedad que conforma y domina. Muy distinto. Creo en mi ética a rajatabla. En el respeto hacia  uno mismo y hacia los demás, en la libertad, en la igualdad (de géneros también), en “ser blando con los blandos y duro con los duros”, al decir de Martín Fierro. De la moral, o las morales, esencialmente desconfío.

¿No creés que sos demasiado individualista?

Soy un individuo, por lo tanto, no puedo dejar de ser individualista. El demasiado apunta a que no demuestro intencionalidad o conciencia social. A ésta no la declamo, simplemente la ejerzo cuando puedo.

¿Y eso es suficiente? ¿Alcanza?

“No lo sé, ni me importa”, dice el chiste de la diferencia entre la ignorancia y la indiferencia. Si alcanza, alcanza, y si es insuficiente, pues habrá que hacer más para que alcance. Me parece muy  teórico y abstracto el tema, y me aburre. No me gusta justificarme.

Ni necesitás hacerlo, ya lo veo. Pero ¿vos no crees que el hombre es algo más que simplemente el hombre?

¿Necesita ser algo más que “simplemente el hombre”? Lo que ocurre es que aún no hemos llegado a ser “simplemente el hombre”. Estamos en un escalón de los primeros de una larga escalera. Y tenemos mucho por delante para escalar y llegar a ser “simplemente un hombre”. Intuyo que el género femenino va unos escalones más arriba que nosotros.

Feminista por donde se te mire. ¿Es una pose?

Es una toma de posición, que viene de la comprensión de la histórica y vergonzante desigualdad entre los géneros  y de la deuda ancestral que tenemos, nosotros, para con ellas. Desde un mandato originado en nuestro centro vital, y que desoímos sistemática y prejuiciosamente, es imposible no serlo sin lesionar la ética personalísima de cada uno de nosotros. Así de simple.

¿Será así? Yo no lo veo tan así. Creo que lo llevás a extremos que suenan a un cliché oportunista.

No soy oportunista, y ahora hablo en general, no en particular. Hay casos detestables en ambos bandos. Me refería a la fuerza motora que posibilita la evolución humana, descartando  la violencia,  la prepotencia, la ambición desmedida y el amor por el poder mismo como alimento de esa fuerza, y también al intercambio y la interconexión de las mejores condiciones de ambos géneros para propiciar la evolución de la especie. Pero para ello, hay que igualar primero. Y luego, en igualdad, potenciar y desarrollar los principios y aspectos positivos y descartar y anular en lo posible los negativos.

De acuerdo. El proyecto de cambio sin violencia es ideal. Avanzar sin lastimar a nadie. ¿Es posible eso?

No lo sé. Pero no por no saberlo hay que considerarlo un imposible. Si cada uno cambia, en suma cambiamos todos.

Sos un romántico idealista…

Te repito, detesto las definiciones, y sobre todo las que lo encasillan a uno. Es una manera elegante de amordazarte.

Nada más lejos  de mi intencionalidad. Sólo uso esto para ubicarme frente a vos.

¿Necesitás algo más que estar sentado frente a mi, verme, poder hablarme y escuchar mis respuestas o mis extravagancias? Pensá un poco…¿necesitás algo más?

No, en realidad necesito algo más para metabolizar este diálogo. Pero tampoco sé en qué consiste ese “algo más”.

No puedo ayudarte en eso. Te dije lo que pienso, lo que siento, lo que fui y lo que soy y lo que no soy, y sólo puedo desearte éxito en tus emprendimientos…

Éste me parece exitoso. Y es de ambos. Gracias.

De nada. Me alegro de haber sido útil en un emprendimiento mínimamente colectivo. A veces dos es muchedumbre.

“Con el número dos, nace la pena”, decía Marechal en una poesía.

Se refería al amor. Yo le respondería: “Con el número uno nace la poesía, y con el número dos, la poesía cobra vida”.

También poeta… Una pregunta más: ¿Sos religioso? ¿Crees en Dios?

Sí y no. Depende del sentido que quieras darle a esos términos. Si te referís a las religiones tradicionales y al concepto de Dios que desarrollaron, transmitieron y transmiten todavía a la sociedad, te digo que no. Definitivamente no. Ahora bien, si por religión concebís una manera de pensar y sentir nuestra relación con el Cosmos, pasando de lo meramente físico-químico a la maravilla de lo biológico, donde el padre Sol y la madre Tierra se conjugaron  para originar la vida de la cual somos parte, pues sí, te diría que siento esos conceptos en resonancia conmigo mismo, como los vivían y transmitían las religiones de nuestros ancestros americanos. El concepto de Dios no puedo separarlo del padre Sol y la madre Tierra, de los cuales nos deviene todo, la ventura y la desventura, el alimento y la inanición, el cobijo y la intemperie, el agua y el aire, el hielo  y el fuego, la vida y la muerte. Y sus estaciones anuales, las masculinas del fuego, el sueño y el hielo seguidas por el regocijo siempre novedoso y vital de la femenina, receptiva y creativa al mismo tiempo. Sí, en ese sentido me siento religioso y creo en el respeto a la vida, no la entendida sesgadamente por los grupos antiabortistas, sino en la visión que se origina en la comprensión del mandato supremo de nuestra madre Tierra, posibilitada, promovida y protegida desde  el origen por la energía de nuestro padre Sol. En eso creo.  

Me has dejado pensando… Gracias, y hasta la próxima.

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