martes, 19 de junio de 2012

Carta abierta a un marido que se siente engañado

   Estimado:
                            No me mueve a escribirte un afecto determinado, sino una necesidad de explayarme con algunos conceptos. Como dijera Oscar Wilde: “Experiencia es el nombre que le damos a nuestros errores”, comprenderás que en realidad eres sólo mi pretexto.
                             Cuando te crees engañado, lo primero que sientes es que han tomado, o están tomando,  sin permiso algo que considerabas hasta hoy de tu propiedad. Te han  birlado un bien que habías registrado debidamente a tu nombre. Y surge una insoportable sensación de confusión. La pregunta: “¿cómo es posible?”, brota y se va haciendo lugar con ácido acento en tu mente. Pero casi de inmediato es apagada con un: “No es cierto. A mí no me puede suceder eso”, y te comparas con otros que sí les acontece. La sensación quemante te lleva a la imagen que recibiste hace un tiempo al llegar a tu casa y encontrarla completamente abierta: Te habían desvalijado. “¿Cómo esto me está ocurriendo precisamente a mí? No es posible”. Era posible.
                                    Bueno, estimado, aquí cabe la reflexión conocida:”todo depende del cristal con que se mire”. Si en un determinado momento encuentras en los ojos de tu esposa un brillo distinto que ella busca apagar al  medirse con tu mirada, es un toque de atención que deberías considerar con reflexivo cuidado. Allí se abre un abanico de posibilidades que podríamos analizar.
                                        Si ella es una parte importante de tu vida y crees que las cosas estaban bien así como estaban, y que deberían seguir así, pues te diría que creo que vas por dudoso camino. Alguna vez escuché a alguien que, separándose de su esposa, le escocía la posibilidad de que en el futuro ella encontrara otra pareja: “No me gusta que nadie recoja lo que tiro a la basura”, fue su desconcertante discurso. Al poco tiempo alguien había recuperado del supuesto cubo lo que no impresionaba para nada como un desperdicio.
                                            Se debe comprender que “esas” pretendidas propiedades no siempre tienen el destino que su pretendido dueño les asigna...
                                             Si tu esposa busca, o ha encontrado algo afuera (tú me entiendes), puede ser por varios motivos, que conviene analizar antes de que te inunde la ofuscación: O ha dejado de amarte y ama a otro, o te ama aún, pero también ama a otro, o busca simplemente un espacio propio fuera de ti. En el primer caso, el “dolor de ya no ser” probablemente te ciegue de celos, y hasta tengas deseos de emprenderla a bofetadas...Quizá hasta desees obligarla, con ruegos o amenazas a que regrese a la intimidad contigo. Lo esencial en ese momento es no perderla. En el segundo o tercer caso, te sentirás amado, pero de a ratos. Y no comprendes esa manera de amar a tiempo parcial. El sello de propiedad no traía el asterisco que lleve a la letra chica, poniendo en evidencia esa salvedad. “Si ella tiene algo fuera de mí, de cualquier manera me está engañando”. Esa frase te desborda y te paraliza. Luego te lleva a la obsesiva actitud de rondarla día y noche, como caballo ciego atado a la noria. Y es esa misma actitud la que precisamente la impulsa a ella a tomarse más tiempo para sí, para sus cosas, en una palabra, para alejarse sin retorno por su propio camino.
                                  Al “amor verdadero” (yo diría menos ambiciosamente el “amor posible”) que propone  el Dr. Bucay,  como “la desinteresada tarea de crear espacios para que el otro sea quien es”, le agregaría que es también aceptarle los espacios propios que se va creando...Y esos espacios propios, estimado, no son de tu propiedad (y ya escribo esta palabra con fastidio). Si puedes entender que los espacios personales del otro son de “uso exclusivo” y los respetas, y además los estimulas, te diré que me gusta ese rumbo, y si además consideras que los espacios compartidos son un regalo que te hacen y un sitio donde tú mismo puedes regalar lo tuyo, pues entonces, estimado, no puedes sentirte engañado en ningún tiempo y de ninguna manera. El engaño habrá dejado de tener cabida en tus recovecos mentales. Y ustedes, dos seres en coincidencia,  donde coinciden, encuentran algo valioso para compartir.
                                     En cambio, si de propiedades y posesiones hablamos, cuando crees que te están engañando y entras en el ciclo de sospechas y escenas de celos, con gritos y lágrimas, en realidad se ha puesto en evidencia tu propio engaño hacia ti mismo, con fecha de inicio desde que firmaste ese contrato (sin mirar las cláusulas en minúscula). Y ahora, aparentemente, y dolorosamente, has comenzado a despertar.
                                       Te diré algo más: El amor, para mí, muchas veces se viste de un pendejo tiránico, caprichoso e irracional. Y no resulta infrecuente que uno sea amado y engañado (compartido me gusta más) al mismo tiempo.
                                         Nosotros, los xy, generalmente (que hay honrosas excepciones, no lo discuto) nos aceptamos como seres a quienes la monogamia no les resulta fundamentalmente significativa, ni nos sentimos obligados a ella en demasía. Pero a las xx les exigimos (hablo en general) una adhesión incondicional al contrato firmado, sin la correspondiente reciprocidad (como ves he saltado de la 2ª del singular a la 1ª del plural).
                                           A nosotros nos resulta más sencillo movernos en la poligamia, y es más aceptada socialmente esa pluralidad de afectos cuando de xy se trata. Pero a su vez, (y generalmente) no aceptamos compartir democráticamente ese  axioma con ellas. Pero la realidad demuestra, quieras que no, que Cupido reparte sus flechas por igual, y ellas son en la práctica tan afectas a la monogamia como nosotros.
                                              De esta manera, llegamos a percibir esa irritante y catastrófica sensación de “engaño” como algo menos dramático, menos ofensivo, menos intolerable. Si trocas la palabra ésa por otra (se me ocurre por ejemplo: compartir o compartido), y comienzas a considerar a tu relación de pareja algo así como un “tiempo compartido”, podrás sentirte libre para percibir tus propias y personales posibilidades, para crear tus propios espacios, sin estar fijándote continuamente en qué está haciendo el otro. Y esos espacios tuyos los compartes con quien se te antoja. Sin explicaciones. Con la única condición de que aquí, la igualdad democrática es de rigor.
                           Atentamente, tu seguro servidor
                                                                                          ACC
Nota: Si lo deseas puedes dejar tu comentario

No hay comentarios:

Publicar un comentario