La soledad,
impregnada de independencia y libertad, no es sólo y nada más que un
estadío temporario, muchas veces no deseado, del hombre. Es su "estado natural", y la carencia
de condicionamientos temporo-espaciales, intelectuales y/o emocionales,
convierte a su cerebro y su producto, la mente con su flujo de
pensamientos, en un sistema más agudo, más ágil, más preciso, como si se circulara por una vía de superconductividad,
como el cambio de una vieja ruta por una moderna autopista. No existen
interrupciones ni condicionamientos, no existen líneas
directrices, obligaciones impuestas o compromisos de resultados. Ser libre para
pensar, para elaborar, para actuar, para sentir, requiere que el SNC (sistema nervioso
central, o cerebro) funcione bien dispuesto, muy aceitado, con buen combustible y
con posibilidades permanentes de encender todas las luces que las conexiones neuronales y los
flujos de acetilcolina y dopamina y otros le permitan y le ofrezcan en cada
momento de la experiencia vital. Entonces se comienza a percibir desde el
propio cerebro a uno mismo, cuya mayor dicha y obligación natural
consiste en "conocerse a sí mismo" y, además, aceptarse y tratarse bien como punto de partida (epimeléia heautou de los antiguos griegos).
Nos dicen que somos seres sociales, y enfocamos lo
social como algo necesario, espontáneo y natural, olvidando al individuo en el camino. "Sos un individualista" se convierte en sinónimo de egoísmo a ultranza. Sin embargo, me tinca que el camino es el inverso y que no se llega plenamente a lo social sin haber ingresado y completado antes la etapa de uno mismo. Pero "a uno mismo" no se llega condicionado. Y lo social
condiciona necesaria e inevitablemente.
Creo que para cualquier aventura social se
requiere ser consciente de lo que se deja en el camino. Cuando te hacen nacer,
cuando luego te socializan durante los primeros años y más adelante te imponen una religión,
una escolaridad, un medio social con el cual interactuar, una moral particular, en definitiva, una visión sesgada del mundo, el camino está viciado, invertido (Como decía Cicerón en sus Tusculanas), y muchas veces resulta sin salida, pues bloquea la vía hacia el interior de "uno mismo". Entonces, para llegar a "uno mismo", no queda otro recurso que romper en el viaje las cáscaras y las mordazas con que te han vestido
y adornado, abandonar las comodidades y seguridades de la "compañía", saltar las cercas cómodas que te protegen y salir al desierto, hacerse amigo de arena, piedras e insectos, sed, cansancio, hambre, frío. calor, y dejarse ir hacia los eventuales oasis que aparecerán en el camino, como espejismos y como realidades. Dos dimensiones de una misma cosa.
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