Ay, hombre que no te atreves,
Ay , hombre que te confundes,
Ay, hombre que no comprendes,
Ay, hombre, que no distingues
Dónde está la diferencia
Entre la dicha y la euforia
Entre la debilidad y la gracia
Entre el poder de la esencia femenina
Y la fuerza del instinto masculino.
Ay, hombre que no distingues
Entre la voluntad de posesión
Y el amor sin título de propiedad.
Entre el amor sin engaños
Y los engaños atribuidos al amor.
Hay hombre, que no indagas la diferencia
Entre compromiso y promesa
Entre libertad y poder,
Entre la ansiedad y el deber,
Entre la vida y el sueño,
Entre lo tosco y lo fuerte,
Entre la mentira que te dicen
y la mentira que te dices.
Ay, hombre que no conoces
La intimidad de lo simple
La propiedad femenina de tu centro.
El valor de la palabra “gracias”
Ni el poder del pedir “por favor”.
Ay hombre que no conoces
La calidad de tu potencia integrada
La dosis exacta de tu optimismo sin ruidos
El ritmo preciso de tu aliento amable
La forma delicada de tu propio corazón.
Ay hombre, que crees que no precisas
De la suavidad y la ternura que te nutre,
del rasgo femenino de tu esencia
Que se oculta debajo de tus manos
Y presiona en la luz de tu mirada
Y dulcifica el tono de tu voz.
Ay, hombre que pasas sin ver nada
Y te ocultas entre el pasado y del futuro
Y te aferras al presente con tal ímpetu
Que terminas fuera de él, lejos de ti,
Ajeno a los significantes de tu vida.
Y en tus sueños, sueñas con aquello
Que nunca acaba de comenzar…
Que nunca acaba de comenzar…
Ay, hombre,
¿cuándo empezarás a ser hombre...?
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