sábado, 18 de enero de 2025

MARTÍN FIERRO: Una refutación a Leopoldo Lugones y Jorge Luis Borges

 
Antonio Lussich y José Hernández

   Cuando Leopoldo Lugones escribió El Payador y más adelante Jorge Luis Borges su ensayo La poesía gauchesca en el libro Discusión, José Hernández ya había muerto. Por lo tanto,  no podía contestarles como seguramente lo hubiera hecho de haber podido hacerlo, en su diario El Río de la Plata. Él ya no está, pero sigue estando, ya sabemos cómo, y no hay librería de la República Argentina, por grande o chica que sea, que no cuente entre los libros que ofrece variadas ediciones de El gaucho Martín Fierro.

   Por lo tanto, se hace necesario, equitativo y saludable contestarles a Borges y a Lugones en nombre de nuestro insigne e inmortal poeta gauchesco.

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     Leopoldo Lugones, escribe en El Payador, textualmente: “Dice Hernández en una carta-prólogo a la primera parte del poema (su destinatario es el señor don Zoilo Miguens) que Martín Fierro le ha “ayudado algunos momentos a alejar el fastidio de la vida del hotel”; porque, en efecto, allá entre sus bártulos de conspirador, lo improvisó en ocho días.  (Esta última frase es de Lugones y no figura en la carta a Miguens). Sigue Lugones:


   “Don Antonio Lussich, que acababa de escribir un libro felicitado por Hernández, Los Tres Gauchos Orientales y el Matrero Luciano Santos (Este último, publicado en 1873, es posterior al Martín Fierro). poniendo en escena tipos gauchos de la revolución uruguaya llamada campaña de Aparicio, dióle, lo que parece, el oportuno estímulo. De haberle enviado esa obra, resultó que Hernández tuviera la feliz ocurrencia.” 

   “La obra del señor Lussich, apareció editada en Buenos Aires por la imprenta de la Tribuna el 14 de junio de 1872. La carta con que Hernández felicitó a Lussich, agradeciéndole el envío del libro es del 20 del mismo mes y año. Martín Fierro apareció en diciembre.”  

 

J.L. Borges en el capítulo La poesía gauchesca del libro Discusión, recoge textualmente las palabras de Lugones y avanza con la ponencia: “El mayor interés de la obra de Lussich es su anticipación evidente del inmediato y posterior Martín Fierro”, dice. Sigue: “los diálogos de Lussich son un borrador del libro definitivo de Hernández. Leyendo y cotejando versos de ambos, de la misma métrica, tono y lenguaje, surge clara la asimilación, que no le quita mérito a Hernández, pero que ignora, sin merecerlo, a Lussich”.  

“Sin intención de opacarlo a Hernández”, repite, “se debería recobrar este valioso antecedente del Martín Fierro”.

También Borges afirma, en el momento en que escribía su ensayo La poesía gauchesca, que la obra de Lussich era virtualmente inédita. Y a partir de allí nos muestra la rebuscada coincidencia de seleccionados versos entre ambos poemas. Pero ya no es inédita, pues se puede leer ahora integra en internet, y comprobar qué poco tiene que ver su forma, contenido y giros idiomáticos gauchescos con el Martin Fierro de Hernández. Que “los diálogos de Lussich son un borrador del libro definitivo de Hernández”, me parece una afirmación antojadiza bastante alejada de la realidad de los dos poemas. Y la afirmación de Lugones mencionando que la carta de Lussich a Hernández es de junio de 1872 y que el Martín Fierro apareció en diciembre, e inducir a sacar la conclusión de que el segundo deriva del primero, es  capciosa,  poco seria, lo mismo la afirmación de que: “dióle, lo que parece, el oportuno estímulo. De haberle enviado esa obra, resultó que Hernández tuviera la feliz ocurrencia.”  El Payador no merecía guardar estas frases de su autor, ni incluir el error de considerar a  El matrero Luciano Santos, publicado en 1873, (posterior al Martín Fierro) como precursor de éste.

   Las cerca de 90 páginas con los más de 2.300 versos del folletín de la primera edición del Martín Fierro (Lugones los redondea erróneamente en 1.700) de ninguna manera pudieron originarse entre junio y diciembre a raíz de la entrega de Lussich a Hernández, y menos aún, que éste haya escrito el poema en “ocho días” cuestión que no figura en la carta de Hernández a Miguens. Y ni la forma ni en contenido ni la estructura general de los dos poemas coinciden, salvo que se elabore una forzada coincidencia, como lo precisa Borges en Discusión. Que concuerden con algunas palabras, giros idiomáticos, versos, etc. no significa otra cosa que son originarios de una misma fuente denominada “poesía gauchesca”, de cuyo manantial y flujo surgieron ambos poemas, como antes surgieron los de Hidalgo, Ascasubi, Del Campo, etc. La originalidad del Martín Fierro no debería ponerse en discusión porque fue y es absolutamente original,  en su lenguaje y en su contenido, y no tiene antecedentes válidos que los ilustren siquiera como “borrador”, como afirma  Borges, que al anteponerlo a Lussich dice no tener intenciones de quitarle méritos a Hernández. Esa afirmación es una falacia, las intenciones son claras, aunque se las pretenda negar, demostrando en su ensayo la intención de reafirmar los dichos de su admirado autor de El payador.


¿Puede además pensarse con válido fundamento  que el Martín Fierro fue elaborado y escrito y publicado en seis meses por Hernández, encerrado en una habitación del hotel El Argentino, solamente inspirado en la lectura del poema de Lussich? Hay quienes dicen (*) que, anteriormente, ya en el exilio brasileño en Santa Ana do Livramento de Hernández, luego de las derrotas del caudillo entrerriano López Jordán, comenzaron a tomar forma en la mente del poeta los primeros versos del Martín Fierro.

(*) Carlos A. Leumann, Martín Fierro, edición crítica)

  Por otra parte, La Vuelta de Martín Fierro le llevó siete años a Hernández elaborarla, escribirla y publicarla (1879).

    Diez ediciones humildes, con más de 50.000 ejemplares en folletines que se distribuían en la campaña con abundantes correcciones tiene el M.F. Se leía en los fogones, algunos lo recitaban de memoria para quienes no sabían leer… En muchos ranchos humildes de la gente de campo de entonces se guardaba como tesoro personal el folletín engrasado de tanto manoseo junto al fogón criollo. El Martín Fierro es único; nunca hubo más borrador que la mente poética de José Hernández. Y es irrepetible.

Con los siguientes versos se aproxima al final La vuelta de Martín Fierro:

1190

Y si la vida me falta,

tenganló todos por cierto,

que el gaucho, hasta en el desierto

sentirá, en tal ocasión,

tristeza en el corazón

al saber que yo estoy muerto.

1191

Pues son mis dichas desdichas,

las de todos mis hermanos;

ellos guardarán ufanos

en su corazón mi historia.

Me tendrán en su memoria

para siempre mis paisanos.

¿Hay algo más claro y explícito que estas dos estrofas para definir sin equívocos al espíritu  del Martín Fierro y a la original y auténtica manera de sentir y de escribir de José Hernández?

 Leopoldo Lugones le dio visibilidad y consagración definitiva al Martín Fierro, al que denominó POEMA ÉPICO en su libro El Payador (y en sus charlas y discursos previos  sobre él en el teatro Odeón de Buenos Aires). No se entiende que, con su abrumador entusiasmo y erudición desplegados para referirse al Martín Fierro, haya hecho esa alusión (arriba mencionada) del poema de Lussich como antecedente del poema de Hernández. A menos que la elevación del Martín Fierro a Poema Épico coincidiera con el descenso de la imagen de José Hernández al burdo mote de conspirador: “en efecto, allá entre sus bártulos de conspirador, lo improvisó en ocho días” agrega Lugones a la carta-prólogo de Hernández a Miguens. 

Compara Lugones:

"Venganza de agravios es el móvil inicial en nuestro poema como en el Romancero, y aquellos provienen, en uno y otro, de la iniquidad autoritaria. Obligados ambos héroes a buscarse la propia libertad con el acero, sus hazañas constituyen el resultado de esta decisión: y justificándola con belleza, forman la trama de las sendas creaciones. Los dos son dechado de esposos, padres excelentes, castos como buenos paladines, hasta no tener en sus vidas un solo amor irregular; fieles con ello; reposados en el consejo, prontos en el ingenio, leales a la amistad, fanáticos por la justicia cual todos los hambrientos de ella; grandes de alma hasta darse patria por doquier, con la tierra que, de pisar, ya poseen:

                                              En el peligro ¡qué Cristo!

El corazón se me enancha,

Pues toda la tierra es cancha

Y de esto nadies se asombre:

El que se tiene por hombre

Ande quiera hace pata ancha.

Y otro

Desterraisme de mi tierra

Desto no me finca saña,

Ca el hombre bueno fidalgo

De tierra ajena hace patria.

“Más lejos en los tiempos, otro desterrado, el sapiente de los Fastos, había expresado en un concepto lapidario esa fórmula del heroísmo: Omne solum forti patria est.” 

 El libro III  de los fastos, Publio Ovidio Nasón (n. del a.)

“Fuerte y solo: he ahí la situación del caballero andante. Así, aquellas palabras, fueron divisa en varios blasones.”

 “Verdad es que ambos héroes son vengativos; pero la venganza es la única forma posible de justicia para el paladín, puesto que se halla obligado a ser tribunal y ejecutor. Solo ante los agravios, con el padre abofeteado o las hijas ultrajadas, el uno; con la familia deshecha y deshonrada, la casa en ruinas, los bienes robados, el otro: ¿habrá quien no sienta en su corazón de hombre la justificación del rencor que los posee? Lejos de ser antisociales sus actos, restablecen el imperio de la justicia que es el fundamento de toda constitución social. Y como el estado de libertad y de justicia resulta del trabajo interno que todo hombre debe efectuar en su conciencia, no del imperio de las leyes que lo formulan, su reintegración en el alma del ofendido es, por excelencia, un acto de dignidad humana. La plenitud de la libertad y de la justicia, es el resultado de una doctrina personal que da reglas a la conducta, al constituir por definición el docto de la vida; y ese sistema viene a resultar el mejor, cuando basado en la norma de justicia que todo hombre lleva en sí, y que estriba en considerar inevitables las consecuencias de sus actos, prescribe la práctica del bien como el mejor de los ejercicios humanos.”

 “Veinte siglos ha retardado el cristianismo la victoria de este principio moral, que con el imperio de la filosofía estoica, su código sublime, había llegado a producir en el mundo antiguo, cuando dicha religión vino a trastornarlo todo, fenómenos tan significativos como la paz romana, la supresión del militarismo, la abolición de la esclavitud, la absoluta tolerancia religiosa y las instituciones socialistas de la pensión a los ancianos, de la adopción de los huérfanos por el estado, de la enfiteusis, de las aguas y los graneros públicos y gratuitos...

 “El autogobierno de cada uno, que ha de suprimir la obediencia al poder autoritario, tenía por corifeos a los emperadores filósofos. Y entonces, cuando uno de esos héroes de la épica personifica aquel supremo ideal humano de la libertad por cuenta propia, reivindicando con esto el imperio de la razón que no tiene límites como el progreso por ella encaminado, su caso viene a constituir el prototipo de vida superior cuya construcción es el objeto de la obra de arte.”

 “Llevamos en nuestro ser el germen de ese prototipo, como el de todas las bellezas que aquella sensibiliza en nosotros, mejorándonos con tal operación, puesto que así nos hace vivir una vida más amable. Cuando el artista consigue realizarlo, su obra ha alcanzado el ápice ya divino, donde la verdad, la belleza y el bien confunden su triple rayo en una sola luz que es la vida eterna.”

Y finaliza el párrafo refiriéndose al Martín Fierro y a su autor:

 “Fue una obra benéfica lo que el poeta de Martín Fierro propúsose realizar. Paladín él también, quiso que su poema empezara la redención de la raza perseguida. Y este móvil, que es el inspirador de toda grandeza humana, abriole, a pesar suyo, la vía de perfección. A pesar suyo, porque en ninguna obra es más perceptible el fenómeno de la creación inconsciente.”

 “Él ignoró siempre su importancia, y no tuvo genio sino en aquella ocasión. Sus escritos anteriores y sucesivos, son páginas sensatas e incoloras de fábulas baladíes, o artículos de economía rural. El poema compone toda su vida; y fuera de él, no queda sino el hombre enteramente común, con las ideas medianas de su época: aquel criollo de cabeza serena y fuerte, de barba abierta sobre el tórax formidable, de andar básculo y de estar despacio con el peso de su vasto corpanchón.”

 ¡Con qué hermosas, ciertas y necesarias palabras elabora Lugones, con su habitual erudición,  a conciencia y próvidamente, este párrafo de El Payador, para luego terminarlo con una contrastante y tosca burla hacia Hernández! 

Parece que no podía darse el lujo de ser ecuánime, ni mucho menos,  generoso.

La adhesión incondicional de Lugones  a Sarmiento (su biografía lo certifica), que había sido enemigo de López Jordán, y por ende de sus seguidores como Hernández, lo lleva en El Payador a intentar separar al poeta de su poema…Y quizá, si fuera posible, a convertir al Martín Fierro en un poema de autor anónimo, como el Cantar de mio Cid, para la posteridad. ¿Habrá sido ésta una intencionalidad consciente de Lugones, o lo habrá escrito así “a pesar suyo”? 

Otro sí digo:

 El 19 de noviembre de 1869 José Hernández publica un artículo periodístico sobre las Islas Malvinas en el Nº 86 de El Río de la Plata.  En él transcribe una carta dirigida a él por su amigo Augusto Lasserre comentando el viaje realizado a las Islas por un tema del seguro fraudulento de un barco hundido en esa zona, y luego Hernández publica un artículo personal titulado:

 Islas Malvinas. Cuestiones graves:

…”Los argentinos, especialmente, no han podido olvidar que se trata de una parte muy importante del territorio nacional, usurpada a merced de circunstancias desfavorables, en una época indecisa, en que la nacionalidad luchaba aún con los escollos opuestos a su definitiva organización.”

 “Se concibe y se explica fácilmente ese sentimiento profundo y celoso de los pueblos por la integridad de su territorio, y que la usurpación de un solo palmo de tierra inquiete du existencia futura, como si se nos arrebatara un pedazo de nuestra carne.”

 “La usurpación no sólo es el quebrantamiento de un derecho civil y político; es también la conculcación de una ley natural.”

 …”El señor Lasserre ha dicho muy bien (refiriéndose al viaje y carta posterior de su amigo), inspirado en un noble sentimiento, al emprender su interesante narración:

 Las siguientes líneas quizá ofrezcan algún interés por la doble razón de ser ellas (las islas) propiedad de los argentinos, y permanecer, sin embargo, poco o nada conocidas por la mayoría de sus legítimos dueños….pero no quiero dejar pasar esta oportunidad sin deplorar la negligencia de nuestros gobiernos, que han ido dejando pasar el tiempo sin acordarse de tal reclamación pendiente…

 “Los pueblos necesitan del territorio con que han nacido a la vida política, como se necesita el aire para la libre expansión de nuestros pulmones.” 

Así se expresaba José Hernández en su artículo sobre las islas, publicado luego en una recopilación de Joaquín Gil- Editor, Buenos Aires, MCMLII.

 Decía Lugones de Hernández: “El poema compone toda su vida; y fuera de él, no queda sino el hombre enteramente común, con las ideas medianas de su época: aquel criollo de cabeza serena y fuerte, de barba abierta sobre el tórax formidable, de andar básculo y de estar despacio con el peso de su vasto corpanchón. Sus escritos anteriores y sucesivos, son páginas sensatas e incoloras de fábulas baladíes.”

 En Google sale que “no hay registros de que Leopoldo Lugones haya escrito nunca nada sobre las Malvinas”. Tampoco Borges lo haría en su larga, abundante y exitosa trayectoria literaria, en reclamo de la soberanía argentina y en contra de la usurpación británica, salvo el conocido  poema de los dos soldados escrito en 1982, ya después de la guerra.

 Como vimos, el futuro autor del Martín Fierro,  el periodista José Hernández, en 1869, con sus escasos recursos, hacía un valiente reclamo sobre las Islas Malvinas en su diario El Río de la Plata, a un gobierno (Sarmiento presidente)  que no lo tenía precisamente de amigo.

 Y volviendo al genial escritor, al decir de Augusto Monterroso:

Otro sí digo:

 Augusto Monterroso, en el capítulo, El otro Aleph de su libro de ensayos La Vaca, hace referencia en la presentación a la frase: Yo creo que hay (o que hubo) otro Aleph, del cuento homónimo de Borges. 

Y avanza con el poema La Araucana de Ercilla, escrito en el siglo XVI del cual se ocupó en 1962 para una edición de la Universidad Autónoma de México. Encuentra en este poema,  “en cuarenta y siete y media octavas reales del canto XXVIIque el anciano mago Filón, araucano, muestra a su  enemigo español,  el conquistador Ercilla, nada menos que una esfera de cristal en la que podía contemplarse simultáneamente cuanto sucedía en ese momento en las más diferentes y opuestas regiones del globo terráqueo, en la misma forma que ocurrirá con el aleph de  Carlos Argentino Daneri, poeta detestable, y de Jorge Luis Borges, escritor genial, unos trescientos años más tarde”. 

Y Monterroso avanza con las diferencias y coincidencias entre el poeta español y el genial cuentista argentino. 

Y termina el gran escritor guatemalteco: Entre las referencias a su Aleph, Borges en ningún momento recuerda a Alonso de Ercilla y su Araucana  como el lugar en “que hay (o que hubo) otro Aleph”.