sábado, 6 de junio de 2015

Dos canciones para una buena amiga...

Recuerda que aquí tienes un amigo

Cuando pienses que la vida está de luto
Y no tengas una mano que tomar,
Cuando creas que el camino está cerrado,
Y no juegue la justicia como un par.
Cuando sientas en tu pecho un dolor sordo,
Por la bronca que no encuentra donde ir.

Recuerda que aquí tienes un amigo,
Un amigo que te quiere de verdad.

Cuando pienses en las luces del camino,
Y te cubras de sombras poco a poco,
Cuando creas que se nubla tu mirada,
Pues no llega la sonrisa hasta tu boca,
Cuando sientas en la piel el sol que fuga,
Y el frío penetrando hasta los huesos,

Recuerda que aquí tienes un amigo,
Un amigo que te quiere de verdad.

Cuando pienses que no puedes resistirlo,
Y las piernas te respondan como piedras,
Cuando creas que la noche no termina,
Y se niegue a llegar el sueño bueno,
Cuando sientas la mordida del silencio,
Tus entrañas gruñendo en un abismo,

Recuerda que aquí tienes un amigo,
Un amigo que te quiere de verdad.

Cuando pienses que no estás y que tu cuerpo,
No se expresa al llamado de la sangre,
Cuando creas que no quedan ya salidas
Y te ahogue hasta el aire que respiras,
Cuando sientas que se rompen las palabras,
Y el encuentro te parezca un imposible,

Recuerda que aquí tienes un amigo,
Un amigo que te quiere de verdad.

Cuando pienses que la vida está de fiesta,
Y en la fiesta de la vida no estás tú,
Cuando creas que en el cielo no hay estrellas,
Y no encuentres ni una flor en tu jardín,
Cuando sientas que el olvido es tu remedio,
Y la noche, tu refugio en soledad,

Recuerda que aquí tienes un amigo,
Un amigo que te quiere de verdad.
¡Recuerda que aquí tienes un amigo,
Un amigo que te quiere de verdad!
Un amigo que te quiere,
Un amigo de verdad…

Oda a mis manos


Hay veces que sólo en mis manos confío,
Y de ellas quiero hablarte ahora,
De ellas,  su lenguaje  habla por mí.
Manos germinadas en la quietud uterina de mi madre,
Nacidas para tocar y para ser tocadas,
Para cerrarse con  presión necesaria,
Y que alguna vez golpearon, pero  odian hacerlo.
Que gustan  acompañarme en quietud o movimiento,
Y darme a veces lo que quiero, y otras  lo que no quiero.
Manos que se unen entre sí,  se cuidan y se guardan,
Manos que saben de letras y de música.
Manos que saben estrechar otra mano abierta
Y reconocer  del enemigo al amigo.
Manos que saben cerrarse y blanquear los nudillos,
Pero  desean permanecer abiertas,
Que día tras día y hora tras hora buscan la manera
De completar  la acción y después recogerse
En la calma.
Manos que se helaron, extraviadas,
En el silencio infantil de oscuros templos,
Manos que  saben entibiarse  al calor de las llamas
De un fuego que aprendieron a  encender
Con la misma parsimonia y rapto con que  encienden
La piel solícita y cercana de la mujer deseada.
Manos que cuando se unen completan el círculo
Que protege y  ayuda a convivir con uno mismo.
Manos que saben de gestos, de abrigos, de piel,
Manos que se buscan y se miran entre sí,
Y de tanto hacerlo, buscan otras manos.
¡Buscan las tuyas!
Manos que aprendieron a calmar el sufrimiento,  
Al tocar con adiestrado celo el dolor ajeno.
Manos que escriben lo que ahora voy escribiendo
Y que escribieron antes lo que ya he  escrito.
Manos que toman, que dejan, que estrujan, que alisan,
Manos que se prenden febrilmente
Cuando me encuentro suspendido en el abismo
Y no  sueltan.
Manos que han aprendido a conducir,  y a  veces
A ser conducidas.
Manos con diez maravillosos apéndices.
Manos que saben sostener un arma, pero odian el gatillo,
Que conocen  su poder, y han aprendido a no usarlo.
Manos que hubieran querido aprender a deslizarse
Por el  teclado del piano, y  solas tamborilean
Con la música de Brahms, de  Schubert o Chopin,
Manos que dicen lo que sienten  y lo  expresan con gestos
Más fuertes y  elocuentes que las palabras,
Manos que a veces, ansiosas, se abren y se cierran,
Y se estrujan entre sí, frías, sudorosas.
Manos que tiemblan de rabia pero se aquietan en el placer,
Manos que conservan los oficios que aprendieron en el tiempo.
Manos que al morir,
Entregaría a quien sea, como parte de pago,
Para que  ayuden y acompañen
Como lo han hecho conmigo durante tantos años.
Manos que saben tanto de mí
Como quieren saber de ti.
Manos que nunca olvidarás cuando las veas,
Cuando te vean.
Manos que sabrán halagarte, guardarte, y extasiarte
En los placeres sublimes de la piel,
Manos que sabrán encontrarte,
Y serán ellas, quizá,  las que no te dejen partir.
Manos, siempre ellas, allí están,
donde las quiero, donde las quieras.
Ellas pueden vigilar el reposo de tu sueño,
Ellas dirán por mí lo que quiero decirte.
Sólo ellas son confiables. Confía en ellas.
Cuando se aquieten entre las tuyas lo sabrás,
Porque ellas serán  tus manos entre las tuyas.
¡Mis manos, tus manos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario