sábado, 21 de diciembre de 2024

Cortázar y Rivadavia

La literatura y la historia  

 

 

Julio Cortázar, en el libro Bestiario, a través del  protagonista del segundo cuento, Carta a una señorita en París,  se propone volver a leer sobre la presidencia de Rivadavia en el libro de Historia Argentina de López que guarda la  biblioteca de la dueña del departamento en el último estante, presidencia  que López titula, severamente y no sin razones de peso: “La aventura presidencial”.

Entretanto, en el departamento prestado, el protagonista comienza a “vomitar conejitos”, que van aumentando con los días en número y tamaño, dedicándose a destrozar el departamento hasta que el personaje, harto de los conejos, los lleva hasta el balcón del departamento y se deshace de ellos arrojándolos al vacío.

En el primer cuento, Casa tomada, una pareja de hermanos que vive en una antigua casona heredada de sus padres, heredada de sus abuelos, heredada de sus bisabuelos, un día percibe que hay intrusos en la casa, intrusos que van avanzando, cuarto por cuarto, hasta que entre hartos y temerosos, los hermanos deciden abandonar la casa, y al salir, arrojan las llaves a la alcantarilla.

En el cuarto cuento, Ómnibus, Cortázar  resalta, esta vez en movimiento desde Villa del Parque hasta el Retiro, el argumento de Casa tomada, con otra pareja de protagonistas. Y en el último cuento, que le da el título al libro, cuenta  la  historia de una jovencita, algo enferma de los pulmones, que viaja en tren desde Constitución hasta el campo de unos parientes en el interior de la provincia para pasar el verano. En esa estancia hay un tigre, que todos deben evitar su circunstancial encuentro; es así que siempre hay alguien que anuncia por dónde anda la bestia. Hasta que finalmente alguien se equivoca y se escucha su alarido en todos los ámbitos de la casa de campo.

En los otros cuatro cuentos del libro, Lejana, Cefalea, Circe y Las puertas del cielo es más dificultoso encontrar analogías literario-históricas, aunque, con un poco de esfuerzo imaginativo, aparecen.

Lejana es una mujer desdoblada, que vive una realidad en el enero de Buenos Aires y otra en el invierno de Budapest, cruzando un puente encima del Danubio, entre Buda y Pest. Se casa en Buenos Aires y  va con su marido a Budapest en abril, dos meses antes de divorciarse. En el medio del puente y del rigor de un tiempo helado, se encuentra con una mujer vieja, es ella misma, se funden en un abrazo, y regresa feliz a la parte nueva de la ciudad.

Cefalea aparece al final del cuento como una serpiente circulando entre el cerebro y el cráneo de los protagonistas, que hasta allí viven en una chacra de la Provincia de Buenos Aires, cerca de Puan, criando mancuspias (animales imaginarios de Cortázar, mezcla de pájaros y mamíferos), y tomando medicamentos homeopáticos para evitar imaginarios males, terminando de la peor manera: dejan morir de hambre a las mancuspias y son poseídos por la temible serpiente cráneo-cerebral.

En Circe la protagonista vive en Buenos Aires, tuvo dos novios que murieron de manera sospechosa. El tercero, que relata el cuento, la estimula a que fabrique bombones, oficio en el cual es muy experta. Casi a punto de casarse, ella le elabora un bombón especial a él, y cuando está a punto de comerlo, él percibe que dentro del chocolate se esconde una cucaracha. Presa de una ira incontrolable, toma del cuello a la novia mientras la familia de ella contempla la escena detrás de una puerta. La ahoga, sin llegar a  matarla y la suelta, escapando acto seguido raudamente de la casa.  

Las puertas del cielo comienza con la muerte  por tuberculosis de una mujer que había estado casada con un amigo del protagonista, quién, antes de relatar la vida canyengue y tanguera de ellos (formaban un trío con ella, desde que el amigo la había sacado de la milonga del griego Kasidis para casarse), comienza diciendo: “Me acuerdo que reparé instantáneamente en la frase, Celina acabando de morirse, un poco como si ella misma hubiera decidido el momento en que debía concluir”.

Lejana se encuentra consigo misma en un puente sobre el Danubio, entre Buda y Pest, Cefalea ataca a los protagonistas a pesar de la parafernalia homeopática y la cría de animales imaginarios, que mueren de hambre. Cirse, sospechosa de la muerte de dos novios, parece intentar lo mismo con el tercero, al que le ofrece un bombón, pero no está envenenado sino infestado, él a su vez reacciona, la agrede y luego escapa. Y en Las puertas del cielo, el protagonista narra la vida de una mujer muerta de tuberculosis, cuyo final ella misma pareciera haber decidido.

Una provincia vive dos realidades, la vieja y la joven, que terminan  abrazándose; ella regresa unificada, para divorciarse a los dos meses del esposo. Los nuevos dueños de la provincia crían animalitos imaginarios y se medican homeopáticamente de supuestos males hasta que en medio del infortunio se les mueren los animalitos de hambre y son atacados por una serpiente que circula dentro de sus cabezas. Una provincia, con antecedentes turbulentos, a punto de casarse con un nuevo pretendiente, le regala un bombón cuyo chocolate cubre a una cucaracha, y el novio huye, no sin antes ahogarla hasta casi matarla. Y finalmente, una provincia canyengue y tanguera, que muere de una enfermedad crónica y cuyo final ella misma termina anunciándolo.

El Congreso General Constituyente de 1826 liderado por Rivadavia y sus adjuntos y acólitos, inició, con sus decisiones unilaterales e inconsultas, una etapa oscura y alarmante, por no decir tenebrosa en la vida institucional de las Provincias Unidas. Como un mago que saca conejos de la galera, comenzó a producir iniciativas por parte del grupo de congresales unitarios, Agüero a la cabeza,  que inducían automático rechazo por parte del grupo de los federales, liderados por Moreno, Dorrego y otros, como la decisión de hacer desaparecer a la Provincia de Buenos Aires, renuncia mediante del gobernador Las Heras y la disolución de la Legislatura de la Provincia. Se pretendía, además, capitalizar la ciudad de Buenos Aires, y también nombrar a los gobernadores desde la presidencia, ya sea directamente o a través de una terna propuesta por las legislaturas provinciales, y de esta manera terminar con los feudos a perpetuidad, ejemplificados en   López de Santa Fe, Ibarra de Santiago del Estero, Bustos de Córdoba, Quiroga de La Rioja. Esto abrió un cisma, una grieta entre las Provincias y el incipiente seudo gobierno nacional, quien, además de cargarse con la pretensión de ordenar a las Provincias bajo un gobierno central desde Buenos Aires, debía hacer frente a la guerra declarada con el Brasil por la posesión de la Banda  Oriental.

Es curioso que el autor de Bestiario haya elegido a sus cuentos para referirse a este tema, pero analizando las decisiones del Congreso de 1826, la Capitalización de la Ciudad de Buenos Aires, y la desaparición de la Provincia  del mapa de las Provincia Unidas, no se puede buscar un mejor ejemplo en nuestra  Historia de entonces que, por un lado,  presenta un protagonista que vomita conejitos como el mago los saca de una galera, y por otro, unos protagonistas que experimentan la desagradable invasión de intrusos en la Casa Tomada. Un grupo de iluminados tomando por asalto el poder a través del Congreso de 1826 y “elevando” el rango de la Provincia a la condición de “nacional”, transformando la casa original de la provincia de Buenos Aires en la “capital” de la incipiente nación con su territorio de prepo nacionalizado.

Casa tomada que termina pronto y de la peor manera, lo vemos en el segundo cuento cuando el protagonista se deshace de los conejos a través del balcón hacia el vacío, y similar destino sufren  las desastrosas iniciativas no consensuadas de Rivadavia a las que se agrega la  del ministro García desde Río de Janeiro, como frutilla del postre, con la firma de un tratado de paz con el Brasil que les entregaba la Banda Oriental, a pesar de que las Provincias Unidas habían ganado la guerra en Ituzaigó. Allí entonces renuncia Rivadavia, finalizando su aventura presidencial, y generándose definitivamente una grieta entre las dos tendencias ya irreconciliables, unitarios y federales, que más bien deberían definirse como “porteños” y “provincianos”. Y el comienzo de la guerra civil, que comenzaría a finalizar muchos años más tarde con Pavón y la presidencia de Mitre.

En los cuentos de Cortázar, Casa tomada y Ómnibus, los dos protagonistas, ella y él, hermanos en uno, desconocidos en el otro, terminan abandonando la casa y arrojando las llaves a la alcantarilla, señal de alejamiento definitivo de la casona señorial  heredada de sus padres, y estos a su vez, de sucesivos ancestros en el primero, y saltando del ómnibus en el Retiro en el segundo mientras son perseguidos por el maniático chofer. Representarían al gobernador Las Heras, elogiado por toda la comunidad provincial de entonces, y a la Legislatura Provincial, quienes se alejaban de su casa original tomada por intrusos, y arrojando las llaves a un desagüe al irse, así como saltando del ómnibus, perseguidos por su irracional conductor.

La analogía no puede ser mayor ni más señalada. En dos oportunidades,  a lo largo del cuento de los conejos, el autor se refiere al tomo IX de la Historia Argentina de López. Y a su artículo titulado “la aventura presidencial”, al que le faltó agregar la palabra “trágica” a López. O lo pensó pero no se atrevió a ponerla, una vez ya instalado Rivadavia como “prócer” en la historia oficial elaborada “al uso nostro”.

Al coronel Dorrego la aventura presidencial de Rivadavia y su fracaso estrepitoso, le costó la vida como nuevo gobernador de la Provincia de Buenos Aires, por iniciativa de un aturdido y atolondrado Lavalle que actuó consecuente con las arteras recomendaciones que recibió de Varela y de Del Carril, a pesar de que el coronel Dorrego había sido nombrado por su Legislatura y había firmado una paz honrosa con el Brasil, obteniendo a través de ella la independencia del Uruguay. Y a la Provincia de Buenos Aires le costó los más de veinte años de la cruel, sangrienta y unitaria a ultranza dictadura del llamado “restaurador de las leyes”, que accedió a ella como el tigre del último cuento, Bestiario, que, mostrando su instinto brutal, se devora al Nene y se queda con la joven enferma que viajó al campo a pasar el verano.

La Provincia de Buenos Aires, disociada, regresa del exterior unificada y a los dos meses se divorcia de su nuevo esposo; la Provincia de Buenos Aires manejada por dueños con enfermedades y animalitos imaginarios que terminan con serpientes circulando en sus cabezas; la Provincia de Buenos Aires que mata a quienes se le arriman, o los espanta, como Cirse de la mitología griega; la Provincia de Buenos Aires que, crónicamente enferma, anuncia su propia muerte y desaparece.

Cortázar inicia el libro con  Casa Tomada y lo finaliza con Bestiario, que, curiosamente, comienza con la protagonista comiendo un plato de “arroz con leche”, referencia inequívoca al relato: los Siete platos de arroz con leche de Lucio V. Mansilla, siete platos seguidos que le obligó comer como reprimenda por  desobediente  su tío el “restaurador”, en la residencia de Palermo, pocos días antes de Caseros.