La literatura y la historia
Julio Cortázar, en el libro
Bestiario, a través del
protagonista del segundo cuento, Carta a una señorita en París, se propone volver a leer sobre la presidencia
de Rivadavia en el libro de Historia Argentina de López que guarda la biblioteca de la dueña del departamento en el
último estante, presidencia que López
titula, severamente y no sin razones de peso: “La aventura presidencial”.
Entretanto, en el
departamento prestado, el protagonista comienza a “vomitar conejitos”, que van
aumentando con los días en número y tamaño, dedicándose a destrozar el
departamento hasta que el personaje, harto de los conejos, los lleva hasta el
balcón del departamento y se deshace de ellos arrojándolos al vacío.
En el primer cuento, Casa
tomada, una pareja de hermanos que vive en una antigua casona heredada de
sus padres, heredada de sus abuelos, heredada de sus bisabuelos, un día percibe
que hay intrusos en la casa, intrusos que van avanzando, cuarto por cuarto,
hasta que entre hartos y temerosos, los hermanos deciden abandonar la casa, y
al salir, arrojan las llaves a la alcantarilla.
En el cuarto cuento,
Ómnibus, Cortázar resalta, esta
vez en movimiento desde Villa del Parque hasta el Retiro, el argumento de Casa
tomada, con otra pareja de protagonistas. Y en el último cuento, que le da
el título al libro, cuenta la historia de una jovencita, algo enferma de
los pulmones, que viaja en tren desde Constitución hasta el campo de unos
parientes en el interior de la provincia para pasar el verano. En esa estancia
hay un tigre, que todos deben evitar su circunstancial encuentro; es así que
siempre hay alguien que anuncia por dónde anda la bestia. Hasta que finalmente
alguien se equivoca y se escucha su alarido en todos los ámbitos de la casa de
campo.
En los otros cuatro
cuentos del libro, Lejana, Cefalea, Circe y Las puertas del cielo es
más dificultoso encontrar analogías literario-históricas, aunque, con un poco
de esfuerzo imaginativo, aparecen.
Lejana es una mujer desdoblada, que vive una realidad en el
enero de Buenos Aires y otra en el invierno de Budapest, cruzando un puente
encima del Danubio, entre Buda y Pest. Se casa en Buenos Aires y va con su marido a Budapest en abril, dos
meses antes de divorciarse. En el medio del puente y del rigor de un tiempo
helado, se encuentra con una mujer vieja, es ella misma, se funden en un
abrazo, y regresa feliz a la parte nueva de la ciudad.
Cefalea aparece al final del cuento como una serpiente circulando
entre el cerebro y el cráneo de los protagonistas, que hasta allí viven en una
chacra de la Provincia de Buenos Aires, cerca de Puan, criando mancuspias (animales
imaginarios de Cortázar, mezcla de pájaros y mamíferos), y tomando medicamentos
homeopáticos para evitar imaginarios males, terminando de la peor manera: dejan
morir de hambre a las mancuspias y son poseídos por la temible serpiente
cráneo-cerebral.
En Circe la
protagonista vive en Buenos Aires, tuvo dos novios que murieron de manera
sospechosa. El tercero, que relata el cuento, la estimula a que fabrique
bombones, oficio en el cual es muy experta. Casi a punto de casarse, ella le elabora
un bombón especial a él, y cuando está a punto de comerlo, él percibe que
dentro del chocolate se esconde una cucaracha. Presa de una ira incontrolable,
toma del cuello a la novia mientras la familia de ella contempla la escena
detrás de una puerta. La ahoga, sin llegar a matarla y la suelta, escapando acto seguido
raudamente de la casa.
Las puertas del cielo comienza con la muerte por tuberculosis de una mujer que había estado
casada con un amigo del protagonista, quién, antes de relatar la vida canyengue
y tanguera de ellos (formaban un trío con ella, desde que el amigo la había
sacado de la milonga del griego Kasidis para casarse), comienza diciendo: “Me
acuerdo que reparé instantáneamente en la frase, Celina acabando de morirse, un
poco como si ella misma hubiera decidido el momento en que debía concluir”.
Lejana se encuentra consigo misma en un puente sobre el
Danubio, entre Buda y Pest, Cefalea ataca a los protagonistas a pesar de
la parafernalia homeopática y la cría de animales imaginarios, que mueren de
hambre. Cirse, sospechosa de la muerte de dos novios, parece intentar lo
mismo con el tercero, al que le ofrece un bombón, pero no está envenenado sino
infestado, él a su vez reacciona, la agrede y luego escapa. Y en Las puertas
del cielo, el protagonista narra la vida de una mujer muerta de
tuberculosis, cuyo final ella misma pareciera haber decidido.
Una provincia vive dos
realidades, la vieja y la joven, que terminan abrazándose; ella regresa unificada, para
divorciarse a los dos meses del esposo. Los nuevos dueños de la provincia crían
animalitos imaginarios y se medican homeopáticamente de supuestos males hasta
que en medio del infortunio se les mueren los animalitos de hambre y son
atacados por una serpiente que circula dentro de sus cabezas. Una provincia,
con antecedentes turbulentos, a punto de casarse con un nuevo pretendiente, le
regala un bombón cuyo chocolate cubre a una cucaracha, y el novio huye, no sin
antes ahogarla hasta casi matarla. Y finalmente, una provincia canyengue y
tanguera, que muere de una enfermedad crónica y cuyo final ella misma termina
anunciándolo.
El Congreso General
Constituyente de 1826 liderado por Rivadavia y sus adjuntos y acólitos, inició,
con sus decisiones unilaterales e inconsultas, una etapa oscura y alarmante,
por no decir tenebrosa en la vida institucional de las Provincias Unidas. Como
un mago que saca conejos de la galera, comenzó a producir iniciativas por parte
del grupo de congresales unitarios, Agüero a la cabeza, que inducían automático rechazo por parte del
grupo de los federales, liderados por Moreno, Dorrego y otros, como la decisión
de hacer desaparecer a la Provincia de Buenos Aires, renuncia mediante del
gobernador Las Heras y la disolución de la Legislatura de la Provincia. Se pretendía,
además, capitalizar la ciudad de Buenos Aires, y también nombrar a los
gobernadores desde la presidencia, ya sea directamente o a través de una terna
propuesta por las legislaturas provinciales, y de esta manera terminar con los
feudos a perpetuidad, ejemplificados en López de Santa Fe, Ibarra de Santiago del
Estero, Bustos de Córdoba, Quiroga de La Rioja. Esto abrió un cisma, una grieta
entre las Provincias y el incipiente seudo gobierno nacional, quien, además de
cargarse con la pretensión de ordenar a las Provincias bajo un gobierno central
desde Buenos Aires, debía hacer frente a la guerra declarada con el Brasil por
la posesión de la Banda Oriental.
Es curioso que el autor de
Bestiario haya elegido a sus cuentos para referirse a este tema,
pero analizando las decisiones del Congreso de 1826, la Capitalización de la
Ciudad de Buenos Aires, y la desaparición de la Provincia del mapa de las Provincia Unidas, no se puede
buscar un mejor ejemplo en nuestra
Historia de entonces que, por un lado,
presenta un protagonista que vomita conejitos como el mago los saca de
una galera, y por otro, unos protagonistas que experimentan la desagradable
invasión de intrusos en la Casa Tomada. Un grupo de iluminados tomando
por asalto el poder a través del Congreso de 1826 y “elevando” el rango de la
Provincia a la condición de “nacional”, transformando la casa original
de la provincia de Buenos Aires en la “capital” de la incipiente nación con su
territorio de prepo nacionalizado.
Casa tomada que termina pronto y de la peor manera, lo vemos en el
segundo cuento cuando el protagonista se deshace de los conejos a través del
balcón hacia el vacío, y similar destino sufren
las desastrosas iniciativas no consensuadas de Rivadavia a las que se agrega
la del ministro García desde Río de
Janeiro, como frutilla del postre, con la firma de un tratado de paz con el
Brasil que les entregaba la Banda Oriental, a pesar de que las Provincias
Unidas habían ganado la guerra en Ituzaigó. Allí entonces renuncia
Rivadavia, finalizando su aventura presidencial, y generándose definitivamente una
grieta entre las dos tendencias ya irreconciliables, unitarios y federales, que
más bien deberían definirse como “porteños” y “provincianos”. Y el comienzo de
la guerra civil, que comenzaría a finalizar muchos años más tarde con Pavón y
la presidencia de Mitre.
En los cuentos de
Cortázar, Casa tomada y Ómnibus, los dos protagonistas, ella y él,
hermanos en uno, desconocidos en el otro, terminan abandonando la casa y
arrojando las llaves a la alcantarilla, señal de alejamiento definitivo de la
casona señorial heredada de sus padres,
y estos a su vez, de sucesivos ancestros en el primero, y saltando del ómnibus
en el Retiro en el segundo mientras son perseguidos por el maniático chofer. Representarían
al gobernador Las Heras, elogiado por toda la comunidad provincial de entonces,
y a la Legislatura Provincial, quienes se alejaban de su casa original
tomada por intrusos, y arrojando las llaves a un desagüe al irse, así como
saltando del ómnibus, perseguidos por su irracional conductor.
La analogía no puede ser
mayor ni más señalada. En dos oportunidades,
a lo largo del cuento de los conejos, el autor se refiere al tomo IX de la
Historia Argentina de López. Y a su artículo titulado “la aventura
presidencial”, al que le faltó agregar la palabra “trágica” a López. O lo pensó
pero no se atrevió a ponerla, una vez ya instalado Rivadavia como “prócer” en
la historia oficial elaborada “al uso nostro”.
Al coronel Dorrego la
aventura presidencial de Rivadavia y su fracaso estrepitoso, le costó la vida
como nuevo gobernador de la Provincia de Buenos Aires, por iniciativa de un
aturdido y atolondrado Lavalle que actuó consecuente con las arteras
recomendaciones que recibió de Varela y de Del Carril, a pesar de que el
coronel Dorrego había sido nombrado por su Legislatura y había firmado una paz
honrosa con el Brasil, obteniendo a través de ella la independencia del Uruguay.
Y a la Provincia de Buenos Aires le costó los más de veinte años de la cruel,
sangrienta y unitaria a ultranza dictadura del llamado “restaurador de las
leyes”, que accedió a ella como el tigre del último cuento, Bestiario,
que, mostrando su instinto brutal, se devora al Nene y se queda con la joven
enferma que viajó al campo a pasar el verano.
La Provincia de Buenos
Aires, disociada, regresa del exterior unificada y a los dos meses se divorcia
de su nuevo esposo; la Provincia de Buenos Aires manejada por dueños con
enfermedades y animalitos imaginarios que terminan con serpientes circulando en
sus cabezas; la Provincia de Buenos Aires que mata a quienes se le arriman, o
los espanta, como Cirse de la mitología griega; la Provincia de Buenos
Aires que, crónicamente enferma, anuncia su propia muerte y desaparece.
Cortázar inicia el libro
con Casa Tomada y lo finaliza con
Bestiario, que, curiosamente, comienza con la
protagonista comiendo un plato de “arroz con leche”, referencia inequívoca al
relato: los Siete platos de arroz con leche de Lucio V. Mansilla, siete
platos seguidos que le obligó comer como reprimenda por desobediente su tío el “restaurador”, en la residencia de
Palermo, pocos días antes de Caseros.