Sueño, luego ¿existo?
Estoy despierto, percibo el mundo
exterior y la ebullición de mi mundo interior, luego ¿existo? Ambas realidades
mías, la onírica y la vigilia, son absolutamente mías. Percibo al mundo externo
a través de mis sentidos, y percibo al propio tiempo a través de mi vida mental
y emocional, mi realidad interior. Pero ese conjunto de sensaciones y percepciones
no existen sin mí, sin mi participación. Puedo decir que el mundo existe pero
también lo contrario si no es a través de mi participación. Centrado en el
sueño y la vigilia, arbitrariamente le doy un rol a cada uno en mi realidad.
Con el término sueño, incluyo a la actividad mental de la imaginación, las
percepciones interiores, en fin, a todo mi mundo interior, con o sin
conciencia, y hago una operación mental separándolo de lo que llamo “el mundo
real”, la exterioridad en la cual me incluyo como ser biológico. Pero esa separación
entre el “mundo real” y, llamémoslo así, “mundo virtual”, es absolutamente arbitraria
y tiene fines puramente utilitarios para la vida cotidiana y las relaciones
sociales. Pero si decido abandonar lo arbitrario y permito el juego de mis
percepciones, sensaciones, emociones, pensamientos, elucubraciones, y hago
interactuar mis sentidos, que son mucho más que cinco y sus percepciones del
mundo exterior (aunque en realidad no es “el mundo exterior” sino mi aprehensión
particular de él) con mi mundo interior, al que no dudo en definir como propio,
personal y hasta prácticamente intransferible, compruebo que tanto puedo soñar una realidad como vivir un
sueño. En otras palabras, mi realidad no es unívoca ni se encuentra
encasillada en compartimientos estancos. Variable, dúctil y versátil, esa
realidad me señala, ahora, en este momento en que estoy escribiendo, que es
parte de un sueño. Sueño que escribo, que estoy escuchando radio, que ya es
hora de almorzar aunque no tengo hambre, que hace calor, etc. Todo eso que
siento y percibo es parte de un sueño. Y en mi vigilia, como si estuviera dormido
y soñando, mi mente percibe, no construye, percibe otra realidad, o la misma
transfigurada, y el mundo interior plagado de recuerdos, sensaciones e imágenes
cobra vida, tan real, tan verídica, tan verdadera como la mencionada anteriormente.
Y digo que percibe y no construye porque, a
priori, acepto darles el mismo valor, la misma consistencia en cuanto a
veracidad de mí mismo. ¿Y qué sucede en esa realidad virtual, como la definí
anteriormente? Estoy en una cancha de golf, practicando el primer tiro del hoyo
uno, salto a una radio donde estoy hablando de futuras políticas de Salud, o
estoy almorzando con ella en un restaurante de la ciudad, y todo esto es tan real como lo que veo ahora escrito en
la pantalla. Ambas realidades son igualmente válidas para mí, y si le puse el
mote de virtual a una es para explicarme mejor, no que lo necesite para entenderme. La voluntad de
liberar las realidades oníricas y de vigilia y que ocupen mi mente de acuerdo a
los deseos de mi yo integrado sin recursos arbitrarios de divisiones (donde
buscando claridad a menudo todo oscurece), el mundo propio se expande. Si toco
pero no toco, si veo pero no veo, si oigo pero no oigo, si hablo pero no hablo,
si escribo pero no escribo tiene para mí igual valor, igual peso y consistencia
que si toco y parece que toco, si veo y parece que veo, etc.
Vuelvo a la palabra
construir, que arriba descarté. Construyo una realidad virtual, onírica,
imaginativa, impregnada de recuerdos, ideas, elucubraciones y sensaciones
varias. Y también construyo una realidad en la vigilia, impregnada de
percepciones del mundo exterior y vivencias y sensaciones interiores. Construyo
y desarmo, y las hago interactuar. Se ensamblan esas construcciones, participan
de un mundo interior muy particular donde la mente encendida deja circular
corrientes variadas sin preconceptos, sin valoraciones, sin filtros. Es algo
así como “lo tuyo”, “lo mío” y “lo nuestro” en una pareja, donde la democracia
reina y no hay jerarquías, hay respeto, comprensión y comunicación. Interactúan,
y se acompañan. Así es como el mundo propio y personal puede funcionar consigo
mismo, sin calificaciones ni descalificaciones, sin conflictos, sin rencores ni
remordimientos, valorando sin escalas “todo lo que es mío”, y dejándose llevar
por el juego de las interacciones como de los protagonismos temporarios. Ejemplo:
Estoy con un grupo de trabajo elaborando estrategias para llevar adelante un plan
de Salud comunitario. Sé entonces por dónde haré circular las corrientes de
energía de la mente, abocada a encontrar
material interno como a valorar el material externo volcado en ese
momento por el grupo. Por otra parte, estoy acostado en la cama, solo,
descanso, escucho música, bebo algo, fumo un cigarrillo, deseo tenerla a ella a
mi lado, sentirla a mi lado, que ha recostado la cabeza sobre mi pecho, paso un
brazo por debajo de ella sintiendo su espalda, la mano en el hombro, el pelo
derramado sobre mi cara y mi cuello, sus
piernas acurrucadas contra las mías, me mira de pronto y sonríe, la beso, me
besa… Tanto lo uno como lo otro son mi realidad, que simplemente “es” y no
requiere verificación.
Herman Hesse en “El lobo estepario” hablaba de “abandonar este tiempo, este mundo, esta
realidad, y entrar en otra realidad más adecuada a uno, en un mundo sin tiempo,
en ese mundo que uno sabe dónde se oculta, porque es el mundo de la propia
alma; que nadie puede darle nada, a otro, que no exista ya dentro de sí mismo,
y que sólo puede ser dada la ocasión, el impulso, la clave, para ayudar a hacer visible el propio mundo.”
Hablaba también de “...la idea equivocada
de que el hombre sea una unidad permanente, ya que consta de una multitud de
almas, o yos, cuya separación de la aparente unidad, se tiene por locura. Se puede
completar con ellas distintas figuras, mediante el arte reconstructivo,
acoplando los trozos siempre en el orden que se quiera, para lograr una
ilimitada diversidad del juego de la vida, con pedazos de sí mismo, todos
parecidos entre sí desde cierta distancia, todos como pertenecientes a un mismo
mundo, como comprometidos al mismo origen, pero cada uno, sin embargo,
enteramente nuevo. Esto es el arte de vivir; se puede animar, complicar y
enriquecer al propio capricho el juego
de la vida, y los deseos, sueños y posibilidades, previamente vivos sólo en la
fantasía, cobrarán entonces realidad y tomarán vida.”
Hace un tiempo escribí
esto:
A
HORCAJADAS
Dicen que cuando la ficción supera a la
realidad, ésta, irritada, pega un brinco y se
monta a horcajadas sobre la ficción. Se afirma sobre sus muslos duritos
con las piernas entreabiertas, la
contempla con mal disimulada furia, las crenchas sobre la cara, luego
lanza una sonora carcajada mientras toma entre sus manos crispadas esa cabeza
de locas ideas y elucubraciones, se inclina sobre ese rostro, que ya no desea
otra más que eso, y con la boca muy abierta, muerde, muerde en los labios,
muerde en las mejillas, muerde orejas,
muerde párpados, muerde la nariz de fino
olfato, muerde nuevamente esa boca idílica y sutil, y se prende de ella hasta hacerla sangrar, y
entonces bebe, bebe a tragos necesitados y vehementes esa savia espesa, dulce y
salada, que brota y fluye en dilatados borbotones y tiñe hasta el cuello con su carmín pegajoso. Sorbe esa viscosa fragancia hasta la saciedad, y poco a poco,
la engulle, la devora hasta su completa
asimilación.
Cuando la ficción vuelve en sí, descubre
con asombro que ya es parte de esa realidad, aunque presiente, muy dentro suyo,
que otra realidad ya se apronta para saltar sobre ellas y montarlas a
horcajadas.
Dos visiones de una sola visión. Dos maneras de
describir lo mismo. Otra más:
AY,
SOFÍA
Sofía regresaba a su casa, por la
tarde, la calle estaba desierta y
escuchaba sus pasos rítmicos contra las baldosas de la vereda. Unos labios húmedos te recorren la garganta, se prenden de los
botones de tu pecho, transitan tu abdomen dejando un rastro de pelos sesgados, te besan en las ingles,
alternadamente lo hacen. El susurro
del viento entre las hojas de los árboles le recordó de pronto otra calle, otro
destino, claro que era más joven. Luego dejan espacio a los
dientes que muerden la piel del pubis,
muerden entre la maraña del vello, muerden los bordes del miembro, lo circundan
dejando por momentos el espacio a la
lengua que saborea de antemano promesas
más agitadas.. Aún lo
soy, pensó, o creyó pensarlo, sin saber a qué atribuir el origen de esa
inquietud. Pasean los labios por el dorso y se apoderan del extremo más
sensible. La cartera de cuero colgaba de un hombro y se aferró con energía
a la correa, como el soldado sostiene el fusil. Ya dentro de la concavidad
de su boca, no respiras esperando adivinar la llegada del placer o del cuasi dolor. Claro que no voy a la guerra, volvió a cavilar, ¿o si?, y se
estremeció al descubrir el jardín y luego el camino de entrada de su casa. Bajan sus labios una vez
más, viajan por el interior de tus muslos, una y otra vez, hasta que su lengua
se apodera, erecta y segura, de tu centro. ¿Mi casa?, recapacitó con
sobresalto, y la inundó súbitamente una sensación de extrañeza. Se demora y juega,
endureciendo los músculos de la cara, mientras sus manos se unen, allá arriba, sostén íntegramente robusto. Algo anda mal, si no quiero reconocer lo que conozco y sé mío. De pronto, Sofía decide
regresar hacia la adhesión simétrica,
con húmedas escalas. Los pájaros vespertinos,
con variados, y agudos trinos, como la luz de la tarde que se filtraba entre
las hojas de los árboles, enturbió y finalmente cubrió el flujo de
pensamientos que alguna rendija
espontánea había dejado escapar. Paseas las manos por su
boca, luego por su cuello, por sus senos, su vientre, y ya los labios de Sofía
se apoderan de los tuyos cuando se enfunda buscando el perfecto contacto.
Escapar...escapar ¿hacia dónde?, y entonces mordió con fuerza algo intangible
entre los dientes, la mirada perdió brillo, y se endureció desde los músculos
de la nuca. Ella se estremece con movimientos circulares de su pelvis en cadencia perfecta. Se aferró aún más a la
correa, que desprendió del hombro al pisar el porche de lajas de la casa. La piel tiembla sobre la piel, las bocas y las
lenguas asisten al juego de los dos sentidos y las manos se agitan como
anguilas en busca de esto, eso o aquello,
que empieza a brotar desde distintos puntos, como estrellas en la noche que se
abre. Metió la otra mano en el bolso, extrajo un manojo de llaves,
seleccionó una con gesto automático, la hundió en la cerradura, y al sentir
el crujido de metales, se detuvo. Esto, eso y aquello van
tomando una forma singular que irradia luz, color, y sonido, hasta que el todo
comienza a latir con pulso agitado. Empujaré la puerta, entraré, y volveré a ser
yo misma, se dijo con una voz que apenas logró reconocer como propia. La marea ascendente marca
el sístole diástole de los cuerpos que se unen y se desprenden y se derraman entre si y para sí.... Mi propia
vida aquí, dentro de esta casa…, y caminaba por el pasillo, apoyaba en una mesa
la cartera y las llaves, se quitaba el abrigo, y entraba en su cuarto.
Interludio.
Se detuvo, volvió sobre sus
pasos, pasos que nuevamente no reconocía
como propios, tomó el abrigo, alzó la cartera y las llaves y, antes de llegar a la puerta, ésta se abrió con el gemido prolongado de siempre. Él pasea morosamente una
mano, recorriendo como legítimo dueño la
forma dormida de Sofía... Una sombra alargada se enmarcó en la
contrastante luz exterior. Busca despertarla, volverla en sí, busca el
regreso. La voz
masculina de siempre la saludó. Comienza a besarla, desde
la cintura comienza a besarla.. No pudo
responder. Y la mano cubre el nacimiento de los muslos.. Uno responde a las voces que conoce, pensó, mientras él se acercaba.
La boca se arrima a la mano, y hunde la lengua en la profundidad
de Sofía.. Persistió
inmóvil. Sofía respira entrecortadamente y lo toma de los cabellos
revueltos. Dura como
piedra, recibió una mano sobre su hombro y unos labios que buscaron los suyos. Él parte en dos a
Sofía con la boca entreabierta; la
lengua embate como arma que se sabe precursora. Respiró
hondamente y comenzó a caminar hacia la puerta. Hay quejas y gritos
entrecortados de ambas partes. Alguna persona que conozco,
o que en realidad no conozco me está empujando hacia fuera de mi casa, pensó. Él se vuelve, y asciende con la boca, como gusano pegado a
un tronco. Y entonces sintió el contacto de la mano y de los labios. Se encuentran nuevamente
simétricos y ondulantes.. Se detuvo
y se volvió. Se demoran, nada los asusta, nada los apura, nada los detiene. Lo observó
mientras él caminaba por el living. Alcanzan el momento... Me voy, me
quedo, me voy, me quedo...Con las bocas, con la piel, con el centro de la
pelvis, con el sexo íntegro.
-Hola...- la voz se desprendió de ella
como un alumbramiento. Las hojas de los árboles caducos, caen poco a poco hasta
desnudar las ramas cuando culmina el otoño. Algo parecido le ocurrió a ella en
ese momento, pero a la inversa, y rápidamente. Se cubrió de hojas que treparon
desde el piso por sus piernas, por su torso, por sus brazos y su cuello, hasta cubrir el cuerpo
entero, mientras viraban del marrón
oscuro al verde brillante. “Sí, es cierto, era otra y ahora soy otra”, pensó al
mismo tiempo que un deseo incierto circuló por sus venas. “Cuando te encuentre
lo sabré”, se dijo, y lo tomó de un brazo, y cuando él se volvió, le devolvió
el beso.
Los ruidos y sonidos de la noche se
filtraban por la ventana entreabierta del dormitorio. Las cortinas, leves, se
estremecían con la brisa, y los grillos custodiaban el jardín. Poseen el don de
la oportunidad, y callan ante un paseante nocturno, alertando con el silencio
al que duerme, que de pronto despierta y no sabe porqué lo hace...
Ay, Sofía, que despertó de pronto con el
silencio. Respiraba agitadamente, acostada boca arriba, pues al volver en sí la
invadió la confusa sensación de extrañeza que provocaba esa inexplicable
pero imperiosa necesidad de
incorporarse, vestirse, tomar la cartera y las llaves y salir corriendo hacia
ninguna parte...
Sueño y
vigilia, fantasía y realidad. Ondas de radio de distinta frecuencia, que
percibe un mismo receptor y que arbitrariamente codifica y cataloga…Y para
evitar el ruido y la posible confusión, establece el cuándo y el cómo para cada
cual y asimismo elabora una escala de valores en base a una supuesta utilidad
para encarar la vida cotidiana. Pero no percibe la necesidad vital de la mente
de liberarse de esas ataduras y bloqueos y manifestarse abiertamente por los
canales que encuentre oportunos en cada momento para canalizar la energía sin
discriminar ni su origen ni su destino.