Bolivia, República Oriental del
Uruguay. Islas Malvinas. Entre 1825 y 1833, con ocho años de diferencia,
las Provincias Unidas del Río de la Plata, herederas del virreinato del mismo
nombre, perdieron los tres territorios. ¿Los perdieron? El Alto Perú
decidió por unanimidad, luego de la batalla de Ayacucho que terminó con el
poderío español en Sudamérica,
constituirse en estado independiente, fundando Bolivia. El presidente Rivadavia
avaló esa decisión de los altoperuanos y Bolivar, sin promoverla, la respetó.
Uruguay nunca fue provincia argentina; perteneció al Virreinato del Río de la
Plata, pero nunca a la Confederación Argentina o a las Provincias Unidas del
Río de la Plata. La Banda Oriental fue, junto con Entre Ríos, Santa Fé y
Corrientes las únicas provincias que no concurrieron al Congreso de Tucumán ni
firmaron el Acta de la Independencia, en julio de 1816. El Alto Perú (hoy
Bolivia) y no Buenos Aires fue la cuna de nuestra revolución. Sus habitantes
combatieron fieramente al español ya en 1809, tuvieron sus héroes y
mártires en pro de la independencia, y fueron actores activos en el Congreso de
Tucumán). Uruguay fue siempre codiciada por los portugueses (Colonia del
Sacramento es una ciudad fundada por ellos en 1680) y en el año 1826 fue parte
del Imperio del Brasil como estado o provincia Cisplatina, lo que desencadenó
la guerra entre las Provincias Unidas y ese país. La batalla de Ituzaingó,
ganada por el ejército argentino-uruguayo comandado por el general argentino
Carlos de Alvear, le abrió la posibilidad de dejar de ser brasileña. A pesar de
haber perdido la guerra, la presión del Imperio del Brasil de un nuevo
conflicto bélico obligó a la Pcia de Bs. As. (a la sazón a cargo de
las Relaciones Exteriores de las Provincias Unidas) a firmar un acuerdo de paz
con el Imperio que exigía la independencia de la Banda Oriental. “Ni mía ni
tuya, que sea independiente”. Manuel Dorrego fue el gobernador firmante.
Las Malvinas nunca
fueron territorio efectivo de la República Argentina, ya que en el año 33,
fecha de la usurpación británica, las Provincias Unidas no se habían
constituido aún como tal. En esa época era poco el territorio bajo la égida de
los gobiernos de turno de Buenos Aires; por el sur terminaba en Carmen de
Patagones. Dominaban más territorio los indios. Vernet era un comerciante que
regenteaba factorías, nunca fue un verdadero gobernante. Por pagarle una deuda
a su socio Pacheco, el gobierno de Buenos Aires le otorgó las islas. Como la
ganancia era poca veía con ojeriza cómo los buques balleneros de otros países
hacían la “América” en sus costas, hasta que confiscó un ballenero
estadounidense para cobrarle peaje. En el Río de la Plata no
escucharon las quejas de los del norte, y estos se fueron con sus
lamentos hasta Río de Janeiro, no sin antes enviar el buque de guerra Lexington que
irrumpió en Puerto Soledad, confiscando cueros que consideraban suyos y otros
elementos supuestamente propios que encontraron en los galpones. Fue la poco
conocida agresión que sufrió nuestro país a manos de los EEUU, que nunca
respondieron a nuestros reclamos. Los norteamericanos propiciaron entonces la
soberanía británica, más liberal, e impulsaron el cambio a través de los
encargados de negocios británicos en Río de Janeiro. Estos aprovecharon la
situación, largamente esperada, se fueron al sur en la corbeta Clío,
y echaron de Puerto Soledad a Pinedo comandante de la corbeta Sarandí sin
disparar un solo tiro (Pinedo, antes de irse le había entregado la bandera
argentina a Juan Simón, capataz de Vernet) e instalaron su bandera, que quedó a
cargo de William Dickson, un empleado irlandés de Vernet, que debía
izarla cuando llegaran barcos y los domingos. Tomaron la nuestra y se la
devolvieron pacíficamente a Pinedo, asegurándole que “no estábamos en guerra y
seguíamos siendo amigos”.
Hay un documento
escrito a pedido del Senado norteamericano por Robert Greenhow (publicado
en La Revista de Bs. As. Tomos XII y XIII) que el Gral Alvear, a la sazón
ministro plenipotenciario de Rosas en EEUU le envió a Guido a Río de Janeiro
para que lo tradujeran (sic) y se lo enviaran a Manuel Moreno a Londres para
ser usado como antecedente para los reclamos. En él puede advertirse que la
política de los reyes de España siempre fue seria e integral; nunca permitieron
que se les arrebatara ningún territorio. Cómo hicieron primero el reclamo a los
franceses, y cómo luego echaron a los ingleses de Puerto Egmont, fue un ejemplo
de cómo se hacen las cosas cuando hay verdadero interés nacional en
resolverlas.
Nosotros no tuvimos
mayormente interés en recuperarlas sino hasta comenzado el siglo XX y por otro
lado, siempre quisimos evitar romper la amistad que nos unía a la corona
británica. A los 11 días de la toma, llegó con la corbeta Sarandí la
noticia a Buenos Aires y se reunió un comité con el ministro de guerra.
El capitán Ugarteche fue el único que propuso una reacción inmediata. Con dos
barcos y 500 hombres aseguraba el éxito de la recuperación. Los demás no lo
apoyaron. Optaron por la vía diplomática, perdiendo la única oportunidad
cierta y viable de recuperarlas, conociéndose luego que el capitán de la Clío que
había “tomado” Puerto Soledad se había vuelto a Inglaterra sin dejar ni un
soldado; el empleado irlandés de Vernet izaría su bandera, y los británicos no
volverían sino hasta el año siguiente. Allí sólo quedaron los hombres de
Vernet, entre ellos varios ingleses. Vernet, como propietario, terminó pactando
con los ingleses para participar de la explotación de los recursos de las islas
(incluso en 1829 le había escrito a Parish, encargado de negocios británico,
que “él se sentiría muy satisfecho si el gobierno de SMB toma bajo su
protección el establecimiento fundado”).
Años más tarde,
el gobernador Rosas intentó trocárselas sin éxito a los británicos
por la deuda de casi 2 millones de libras con intereses impagos que
mantenía el país con Baring Brothers, a raíz de la deuda contraída durante la
guerra con el Brasil (ver Actas de la Legislatura de la Pcia. de Bs.As. 1844, y el punto 3 del prólogo de la segunda edición
de Islas Malvinas del senador Alfredo L. Palacios).
La historia nos
muestra que desde que se confiscó Puerto Louis (de la isla oriental o Soledad)
a los franceses en 1765, indemnizándolos y quedando unos 40 colonos bajo la
nueva jurisdicción española (lugar que pasó a llamarse Puerto Soledad), y desde
la expulsión de los ingleses de Puerto Egmont (de una isla adyacente a la Gran
Malvina o Malvina Occidental) en 1770, la presencia española fue constante en
las islas hasta 1811, circunstancia en que los realistas de Montevideo retiran
tropas, barcos y pertrechos para hacer frente a la amenaza de los
revolucionarios de Bs. As., abandonando las islas a su suerte. Recién en 1820
el gobierno de Bs. As envía el buque La Heroína bajo el mando
del corso norteamericano Jawett, para izar la bandera nacional en Puerto
Soledad, frecuentado sólo por buques pesqueros loberos y balleneros,
fundamentalmente yanquis y británicos. Y ante ellos un yanqui con patente de
corso de Bs. As. izó nuestra bandera por primera vez allí. Luego de unos años
se nombró a Vernet gobernador y propietario de las Islas, y en 1829 Martín
Rodriguez, gobernador de Buenos Aires, firmó un decreto afirmando la soberanía
de la Provincia de Buenos Aires sobre esas islas por herencia directa de
España, decreto que el gobierno británico no dejó de protestar.
Así como las
primeras ovejas llegaron a las islas desde el continente (en 1843 una majada
fue donada desde Ranchos, por el establecimiento Los Sajones propiedad
del británico P. Sheridan), el intercambio fue constante a pesar del supuesto
conflicto sobre la soberanía. Santa Cruz fue colonizada por malvinenses, por
expreso mandato del gobierno nacional en 1884, estimulando el intercambio de
ganadería, hasta el punto que el primer gobernador nombrado por el PE nacional,
el teniente de navío Carlos A. Moyano, terminó casado con una malvinense.
(Crónica documental de las Malvinas, H. Gambini). Y el conocido comandante Luis
Piedrabuena llevó periódicamente ganado ovino a las islas, en sus múltiples
viajes por la región…
Probablemente, no
probablemente, seguramente, la acción militar de 1982 fue el definitivo
paso dado por nuestro país para perderlas, ya con viso definitivo. ¿Un acto
demencial de la Junta Militar, o una acción promovida desde el norte por los
militares del socio mayor de la OTAN, que contó con la inocente adhesión del
presiente Galtieri? Lo veremos más adelante.
Los británicos
ofrecen actualmente a los isleños la opción de la autodeterminación. No son
nuestras, pero tampoco de Argentina. El Imperio del Brasil hizo lo mismo con el
Uruguay. Y los pobladores, siempre estuvieron de acuerdo con su independencia.
Que sean dos mil o tres mil, y no dos o tres millones, ¿hace diferencia? Aceptar discutir la autodeterminación
con los isleños, su eventual independencia, tanto del Reino Unido como de
Argentina, crearía otra relación de las Islas con el continente, en todos los
rubros, en todos los ámbitos, y el intercambio, que al día de hoy no
existe, beneficiaría a ambos.
¿Es creíble y posible
esta postura? Pero no nos adelantemos; sigamos este razonamiento: Promovimos, ayudamos a liberar y luego
fueron independientes Chile, Perú, Bolivia, Uruguay. ¿Por qué no las Islas
Malvinas?
El primer paso debería
tender a separar a la Gran Bretaña de la ecuación, y luego revisar
todos los conceptos que involucran a nuestro país y a los isleños, con mente
amplia, sin prejuicios, y analizar nuevos caminos, posibles, constantes,
sin atajos ni exabruptos, para resolver este conflicto. Una cuestión de Estado
que demanda una política de Estado, incluyendo la opinión de nuestra población
mediante plebiscito. Tal y como una cuestión de límites, ni más, ni
menos.
A los héroes,
combatientes o no en Malvinas, todo el reconocimiento necesario. Pero sin
olvidar que para un futuro posible de esta cuestión, debe primar el auténtico
interés nacional por sobre el reclamo patriotero y nacionalista a ultranza,
reconociendo y aceptando como propios todos los errores y
claudicaciones que se fueron sumando en la materia desde 1833 hasta
la fecha.
Un razonamiento coherente de acuerdo a lo que se conoce, de acuerdo con
la historia oficial.
APÉNDICE
The falkland islands
history, Mas Allá de la Historia Oficial, la verdadera historia de
las Falkland/Malvinas fue un documento
utilizado por los británicos en la discusión a nivel diplomático en 2007. Dejando
de lado los absurdos argumentos que esgrimen inicialmente a favor de la
soberanía británica, impresiona la
contundencia de los datos que presentan en
los documentos adjuntos y las referencias que ofrecen para confirmar la
ignorancia o el abandono durante largos años por parte nuestra de los
incuestionables derechos de la Argentina sobre las islas, como, por ejemplo, la
firma en 1850 del tratado de "perfecta paz y amistad" entre
los dos países durante el gobierno de Rosas, donde no quedaba "ninguna cuestión pendiente entre
ambas potencias". Aquí se minimiza o ignora este hecho, y a Rosas se
lo tiene como un ejemplo del nacionalismo más rancio y puro. Está también el
tema del "mapa Latzina",
trazado en 1882, que no dejó de ser un reconocimiento oficial de la
extranjerización de las islas. En este mapa, confeccionado por el ente oficial
argentino de entonces, y del que se hicieron 100.000 copias distribuidas por
todo el mundo, puede comprobarse que las islas están “teñidas” con mismo tono y
color que los países limítrofes como Uruguay y Chile. Las islas Picton, Lenox y
Nueva, también comparten ese color, y el “mapa Latzina” fue utilizado con éxito
por los chilenos en el conflicto del Beagle de 1978.
En la reseña histórica
de H. Gambini no se mencionan ni el “mapa Latzina” ni el “tratado de perfecta
amistad” firmado por el dr. Arana, ministro de Rosas, en 1850, con el enviado
de SMB.
Mapa Latzina
Nota: Véase el tono de
la Tierra del Fuego chilena que es el mismo tono usado para las Islas Malvinas.
Un dato curioso que
señala la Crónica Documental de las Malvinas, de Gambini: En los años 1930, dos
malvinenses sacaron la cédula de identidad en Bs.As. en la Policía Federal, y
les consignaron como lugar de nacimiento: Inglaterra. El libro Las
Malvinas del senador Alfredo L. Palacios (donde promueve en el Congreso
Nacional la ley 11.904 que manda traducir y difundir el libro Les Iles
Malouines de Paul Groussac), en Documentos
Oficiales Inéditos consigna el caso de la cédula de identidad 264.338
expedida por la Policía de la Capital a favor de la señora Inés Willes de Boe,
nacida el 19 de enero de 1871 en el
pueblo: Islas Malvinas, Provincia: Islas Malvinas, Nación: Inglaterra.
En esta historia, que
podríamos comenzarla con las invasiones inglesas de 1806 y 1807, los
autóctonos o criollos tomaron con simpatía la llegada británica pues, aunque
luego la combatieron con fiereza y ganaron en la Reconquista y Defensa de
Buenos comandados por el posteriormente ignorado, vilipendiado y asesinado
héroe don Santiago de Liniers, no dejaban de tener en cuenta que el verdadero
enemigo era el español. Fue así que algunos de nuestros próceres, los hermanos
Rodríguez Peña a la cabeza, liberaron a Beresford y a Pack de su prisión en la
Villa del Luján, y siguieron manteniendo fluidas relaciones con el gobierno de
SMB luego de la revolución de 1810. Y no dudaron en ejecutar sin piedad a
Liniers, héroe de la Reconquista y Defensa de Bs. As. por su decidida
lealtad y fidelidad a la Corona Española.
Gran Bretaña fue el
primer país europeo en reconocer nuestra independencia en 1824. Lord Canning
contaba hasta hace poco con el nombre de una calle de la CABA (hoy Raúl
Scalabrini Ortiz). Luego de la toma de 1833, que no fue militar (el empleado
irlandés de Vernet quedó a cargo de elevar la bandera los domingos y ante
llegada de barcos), quedaron los colonos que querían hacerlo y sólo un año
después GB colonizó efectivamente un sitio adyacente a Puerto Soledad. Se
respetó la propiedad a Vernet (por un tiempo), y él mismo adhirió a la
soberanía británica sobre las islas. Cuando el gobierno de Bs. As. tomó
conocimiento de los hechos tras la llegada de la corbeta Sarandí,
sólo el capitán Ugarteche tuvo la idea de mandar dos barcos con 500
hombres para recuperarlas. Sabia decisión, que el gobierno de Bs.As. no
escuchó. En los diarios de entonces preocupaba más cómo seguirían nuestras
relaciones con una nación "tan amiga nuestra...” Diez años después desde
un campo de la Provincia de Bs As se enviaron a las islas majadas de ovejas,
donadas por su dueño, inglés por cierto. En 1844, la Legislatura de
la Provincia de Bs As recibía comunicación del gobernador Rosas: Sesión del 15
de mayo de 1844: Éste giraba una nota a la Legislatura del Sr. Falconnet,
apoderado de Baring Brothers, donde este señor decía: "Hace un año que
tuve el honor de contestar á la nota que V.E. se dignó dirigirme,
proponiéndome, á nombre del Gobierno de Buenos Aires, la cesión de las islas
Malvinas, como medio de transacción por el pago del dinero debido a mis
comitentes". El gobierno británico y BB habían declinado la oferta, y
Falconnet venía a pedir que le pagaran un anticipo, aunque sea $ 5000, tal como
el gobierno de Bs As. había pactado con los franceses.
Luego del combate de la
Vuelta de Obligado, ícono rosista en defensa de nuestra soberanía, llegamos a 1849-1850 con el cierre
definitivo de cualquier disputa entre el gobierno de la Confederación Argentina
y el Gobierno de SMB. Se firma el pacto de “perfecta amistad” arriba
mencionado, “no quedando ningún asunto pendiente entre ambas potencias”.
Dicha amistad con el gobierno de SMB
avanzaría casi un siglo sin contratiempos. En 1884 se funda el territorio
nacional de Santa Cruz, y el gobierno nacional comisiona a su primer gobernador
Capitán de navío Moyano a realizar gestiones para que los isleños ayudaran a
colonizar ese territorio casi desierto, lo que aceptaron varios de ellos. Y
trajeron ovejas, que pagamos en...peniques. El Sr. Moyano terminó
casándose con una hermosa señora isleña, y vivieron felices en el continente,
pero viajando con frecuencia a las islas para visitar a los suegros e
intercambiar ganado ovino.
Un episodio que nos
deja la historia no muy alejada en el tiempo:
"Declaración Conjunta sobre Comunicaciones de la República
Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, Buenos Aires,
1º de julio de 1971”. Firmada por el ministro Juan Carlos Beltramino,
jefe de la delegación argentina y el ministro David Aubrey Scott, jefe de la
delegación británica. (De Crónica Documental de las Malvinas,
dirigida por Hugo Gambini).
Ambas delegaciones
deliberaron entre el 21 y el 30 de junio en Buenos Aires sobre “comunicaciones
y movimiento” entre el territorio continental argentino y las Islas Malvinas.
En la delegación británica participaron los isleños. El marco era la Resolución
2065 de la ONU y las negociaciones que ésta recomendaba entre ambos países, y
de conformidad con las cartas que estos países enviaran al Secretario General
el 21 de noviembre de 1969 y el 11 de diciembre de 1970.
“Los delegados llegaron
a la conclusión que, sujeto a la aprobación de los respectivos gobiernos,
deberían ser adoptadas las siguientes medidas (detalladas en 18 puntos), en el
entendimiento de que ellas puedan contribuir al proceso de una solución
definitiva de la disputa sobre las Islas entre los dos Gobiernos a la que se
refiere la Resolución 2065 antes mencionada”.
1) Comunicaciones entre el territorio continental y las islas,
incluidas las relativas al movimiento de personas...
2) El Gobierno argentino entregará documento a los residentes de
las islas sin referencia a la nacionalidad para que puedan trasladarse al
territorio continental, y viceversa.
3) Loa isleños no abonarán derechos e impuestos al Gobierno
argentino por sus actividades en las islas, ni por sus servicios relacionados
con las comunicaciones y viceversa, el Gobierno británico con los
continentales.
4) Los residentes de las islas estarán exentos de abonar derechos
e impuestos por equipaje, automóvil y efectos del hogar en tránsito hacia el
extranjero o hacia las islas.
5) Los isleños que se radiquen en territorio continental podrán
por única vez ingresar sin abonar derechos o impuestos todos sus efectos
personales y del hogar y un automóvil, y viceversa.
6) Los gobiernos facilitarán en ambos sitios el tránsito, la
residencia y las tareas de personas directamente relacionadas con las medidas
prácticas adoptadas para promover y realizar las comunicaciones y movimientos.
7) El Gobierno británico tomará medidas para establecer un
servicio marítimo regular de pasajeros entre las islas y el continente, y
8) el Gobierno argentino hará lo mismo con un servicio aéreo.
9) El servicio aéreo será con aviones anfibios hasta la
construcción del aeródromo en puerto Stanley.
10) Ambos gobiernos cooperarán para simplificar las prácticas
reglamentaciones y documentación para facilitar las comunicaciones.
11) El Gobierno argentino exime de cualquier obligación sobre
servicio militar a los isleños.
12) Ambos gobiernos tomarán medidas para intensificar el comercio
y mayor fluidez en transacciones comerciales.
13) Ambos gobiernos tomarán las medidas necesarias para que las
comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas sean lo más eficientes y
expeditivas posibles.
14) Las tarifas de éstas serán iguales a las internas del lugar de
origen de las comunicaciones.
15) Los sellos de las comunicaciones postales serán cancelados con
un sello que se refiera a esta Declaración conjunta.
16) El Gobierno argentino estará dispuesto a cooperar en los
campos de la Salud, Educación, Agrícola y Técnico en respuesta a cualquier
requerimiento por parte de las islas. Habrán plazas en escuelas públicas para
residentes de las islas y becas que promocionarán oportunamente.
17) Las conversaciones continuarán a través de los canales
diplomáticos habituales, próxima reunión en Puerto Stanley en 1972.
18) Si un Gobierno decidiera dejar sin efecto estas medidas deberá
anunciar al otro tal decisión con seis meses de anticipación.
Por ley 19.529 del 20
de marzo de 1972 se aprueba en Argentina esta declaración conjunta sobre la
apertura de Comunicaciones entre las Islas Malvinas y el territorio continental
argentino.
Al leer esos 18 puntos se
puede inferir que el camino que trazaba esta Declaración Conjunta era el
posible, el viable, el único con base de entendimiento y mutuo respeto, sobre
todo respeto a la gente involucrada, los isleños y los continentales. Apodados
así, bienvenido ese apodo, ya que llamarnos residentes de las islas y
residentes del territorio continental,
fija el marco de una identidad común, sólo diferenciada por el mar y el
aire intermedios, que actúan separando pero uniendo al mismo tiempo.
Esta Declaración
fue hecha once años antes de la guerra que destruyó toda posibilidad de
comunicación y reconocimiento mutuo. Entre los años 1971 y 1982 nuestro país se
abocó a desarrollar con los isleños una decidida y enérgica política de
seducción, acercando “materialmente” el continente a las islas, facilitando el acceso de los isleños al
continente y a sus servicios y llevándoselos a las islas, promoviendo y desarrollando una línea aérea
entre las islas y el continente, construyendo
un aeropuerto en puerto Stanley con la presencia de LADE y sus funcionarios
establecidos allí… Con el tiempo se agregaron otros servicios, YPF construyó
una planta (Antares) para abastecer a las islas de combustible líquido,
Gas del Estado suministró por primera vez gas a los isleños como alternativa
para la turba, se establecieron becas para estudiantes isleños el el
continente y viajaron maestras de español a las islas, se establecieron
comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas, turismo, intercambio
comercial y el sistema bancario, etcétera. A las tiendas y supermercados
llegaban productos argentinos y se proporcionó asistencia médica a los isleños
en el Hospital Británico de Buenos Aires… Nunca hubo una asistencia comparable
para con una comunidad diferente y afin
por parte de Argentina, y desde la GB empezó a hablarse de los “intereses” y no
los “deseos” de los isleños. Pero luego comenzaron las acciones dilatorias unilaterales
de GB, con la Misión Shackleton en 1976, y finalmente el
incidente Davidoff en las Georgias en marzo de 1982, provocado para que los
argentinos reaccionaran, y así fue, dando
pie a la invasión militar de abril 1982 en las Malvinas.
Falklands for ever
Según el periodismo de investigación
llevado a cabo por Jorge Saenz (Malvinas, el secreto de Galtieri), y otros, como Mariano Bartolomé (El
conflicto del Atlántico Sur), y también por declaraciones del expresidente Frondizi
en varias oportunidades, quedaría demostrado que el interés geopolítico de los
EEUU por el Atlántico Sur en ese entonces lo habría volcado de manera determinante y unívoca hacia
su socia de la OTAN, en detrimento de nuestro “poco confiable” país, aunque
hubiéramos colaborado con ellos contra el comunismo en Nicaragua y El Salvador.
Necesitaban una acción que provocara las iras de la GB disminuída, y que la
reacción enérgica de ésta pusiera punto final al conflicto por la soberanía. El
Atlántico Sur debía ser de la OTAN tanto como el Atlántico Norte. Venía
preocupándoles en demasía la presencia hegemónica de los soviéticos en el
Atlántico Sur, con base en países africanos como Guinea y Angola. Los militares estadounidenses, incluyendo al
Secretario de Estado Alexander Haig habrían
convencido, en sus repetidos viajes a EEUU, al presidente Galtieri de realizar
una mínima acción armada, sin víctimas, y recuperar las Islas para la Argentina.
Se esperaba que GB no reaccionaría y ellos, ya de capa caída con un gobierno
que buscaba una salida a seis años de dictadura militar, lo harían por la
“puerta grande”, recuperando de una vez por todas las tan anheladas Islas para el Patrimonio Nacional. Pisaron el
palito con la ingenuidad de infantes de guardería y cayeron en la trampa. Entretanto, en GB se preparaba la flota más
importante desde la IIª Guerra Mundial a instancias de los mismos que
convencían del otro lado del Atlántico al
crédulo Galtieri. Los satélites viraban hacia el Atlántico Sur para
supervisar y colaborar con el socio menor de la OTAN en operaciones, pues a
quien preocupaba mayormente la posible soberanía argentina en las Islas en ese
entonces no era a la GB; (así le dijo en abril en Buenos Aires con estas palabras Haig a
Galtieri), sino a los “altos intereses
estratégicos” en el Atlántico Sur de los EEUU, cuestión que se guardó muy bien
en no mencionar.
Posteriormente, el
hundimiento del crucero Gral. Belgrano por orden de la primer ministro
Margareth Thatcher impidió
definitivamente que se llevara a cabo el plan de paz del Perú, aceptado en
principio por los militares argentinos. ¿Fue esa decisión tomada en soledad por
la primer ministro, o le fue sugerida como necesaria por…?
El interés, el deseo y
la determinación del socio mayor de la OTAN era consolidar la soberanía
británica en las Islas, sin discusiones. GB aceptó su rol en el plan, costara
lo que costase, y los militares argentinos pisaron el palito y “entraron como
chorlitos”. Así les fue. Y así nos fue.
Como en 1833 (ver más
arriba la toma de balleneros por parte de Vernet y la reacción de la corbeta Lexington),
la intervención de los EEUU en 1982 habría sido esencial para asegurar de una
vez por todas la soberanía británica en
las Islas. No más Malvinas, Falklands for ever.
Lo que plantea el
periodismo de investigación y lo que declarara a la prensa oportunamente el ex
presidente Frondizi (junto con el ex presidente Illia, fueron los únicos
políticos no invitados por Galtieri a la asunción de Menéndez como gobernador
de las Islas) cierra absolutamente y carece de fisuras. No nos sigamos
engañando como Galtieri lo hizo y declaró oportunamente (“los norteamericanos
me engañaron”), y demos vuelta la página de una vez por todas. Ni argentinas ni
del Reino Unido de Gran Bretaña: como tantas otras partes del planeta, son del
socio mayor de la OTAN.
“El Waterloo de mi carrera”,confesaría Haig
en sus memorias “fue el tema Malvinas/ Falklands”. Pero él no era Napoleón, que
peleaba, ganaba y perdía sus propias batallas. Él jugó a la guerra y engañó
tanto a los argentinos como a los ingleses. A los primeros: “los ingleses no
van a reaccionar”, a los segundos: “los argentinos no van a resistir”. Engañar
a los primeros no le traería mayores problemas, pero a los segundos… Tuvo que
renunciar al final del conflicto y allí se terminó su ascendente y brillante
carrera. Pero cumplió su cometido, asegurando para la OTAN su lugar en el
Atlántico Sur compitiendo con la presencia de la Unión Soviética.
Ahora, a más de 30 años de la caída y
disolución de ésta y el final de la “guerra fría” y el conflicto Este-Oeste y
la aparición de nuevos antagonismos con otros actores, ¿valdrá la pena mantener
una costosa estructura en un sitio tan alejado del epicentro de los conflictos?
Consultando al I Ching, quizá se esté avecinando la hora de la yegua
(K’un) y como corolario
obligado, el ocaso del dragón (Ch’ien).